XIX

REFLEXIONES DESDE LA CLANDESTINIDAD
(Desde la "Puta Isla de Mierda", a veces, hasta los huevos de ella)

Miro el “Patio de la Muerte”, ese patio situado bajo nuestro edificio y que esconde todo tipo de objetos, chanclas, un cazo metálico, una bata, bolsas, multitud de calzoncillos, de pinzas… todo ahí caído, sucio y desprotegido, tan libre pero a la vez tan perdido, sólo un involuntario descuido y todo aquello que deseas caerá a ese brutal vacío.

Pues cada objeto corresponde a una porción de la vida de cada vecino, de nuestros deseos hechos realidad, de la lucha por adquirir un bien que quieres que sea tuyo y que ahora le ves tirado y moribundo; entre otros tantos, entre tanta mierda de pájaro, encima de un suelo sucio y olvidado.

Y comienzas a pensar que clase de comunidad somos cuando nadie es capaz de rescatar esos bienes tan preciados, ni existe una puerta abierta que nos conduzca directamente a ese jodido patio de las desdichas, a ese dueño que se esconde de todo lo que constituya colaborar en pro de una comunidad cada vez más triste y relegada a unos sentimientos cada vez más separados.

Y mi corazón cae como mi esperanza, cuando veo como una chiquilla salta como si fuera un gato desde una de las terrazas que rodean el patio, para recoger todas las pinzas de la ropa que hay en el suelo, así como una pelota, como un bolígrafo que antaño era mío, como ese cazo que posiblemente será de otro vecino. Y se lo guarda todo en una bolsa mientras su madre la dice que apresure y se haga con todo lo que pueda, pues cuanto más coja más tendrán ellas.

¿Será esto la vida?, me pregunto; el estigma que nos persigue y nos condena a aprovecharnos de todo lo que nos beneficia, sin reparar en un prójimo, en ese alguien tan lejano como al mismo tiempo tan cercano. Pues quien no ha perdido algo que desearía recuperar. Quien no se ha visto expuesto por un error que le gustaría reparar.


****************************************


Me levanto tarde, el reloj marca las doce y media, sin embargo todo es poco para acabar con esta lenta agonía de tos cansina, de garganta seca capaz de cortarte las entrañas cuando respiras el aire de fuera. Posiblemente ese placebo a base de café caliente, Actimel y un Gelocatil no haya dado los frutos deseados. Quizás esa mentira la haya llevado demasiado lejos, olvidándome que a la hora de la verdad los inútiles resultados no nos llevan a nada.

Miro en el cajón y no queda medicación para paliar la rebelión que comandan esos pólipos cansados de soportar un retiro que cada día se asemeja más a una condena. Todo el rato escuchando mis rayadas, mis pensamientos, no me extraña que se vean envueltos en esta misión suicida. En fin, otra vez mi nariz alcanza dimensiones estratosféricas, otra vez emulo a un boxeador que baja la guardia preocupado por temas de lo más intrascendente.

Escucho la Creedence, las cuatro notas envuelven la naturalidad del ambiente, con un esplendido sol ahí afuera esperando nuestra presencia. No hay nubes negras que den pie a una profetizadora tormenta, sólo calor y humedad, las señas de identidad de esta “Puta Isla de Mierda”. Miro mi último libro de Bukowski “Poemas de la Última Noche de la Tierra”, me encanta su portada, tan simple como atrayente, un titulo, dos letras… dos colores rojo y negro en un fondo blanco, la sencillez no sólo se mezcla entre sus poemas.

Decido regalar a mi ego un mínimo de protagonismo, para ello comienzo a buscar un espacio para llevar mis escritos del FaceBook a un sencillo blog, quizás así puedan ser leídos por más gente con sentimientos tan afines como contrapuestos. Me jode meterme en estos líos, pues no es más que una complicación que me he impuesto, sin embargo, todos queremos de algún modo cierta trascendencia, cierta amplitud en nuestros pensamientos, y porqué no decir que a todos nos gusta que nuestro anonimato a veces sea extirpado gracias a un halago por nuestro trabajo.

0 comentarios:

Publicar un comentario