19-05-10

19/05/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Me levanto para afrontar un nuevo día en la isla de la agonía y la desesperación, hoy tengo una cita con los de Hacienda, esa gente que la mayoría de las veces nos quita el dinero pero que muy de vez en cuando nos devuelve algo de nuestros ahorrillos. Yo soy uno de esos privilegiados, la cuenta ahorro vivienda y la cuota sindical ahora traen sus frutos, por eso hoy no me levanto tarde, por eso hoy aguanto mi ansia viva por cagar constantemente, por eso hoy suena el despertador y doy un salto o al menos hago amago de ello. Desayuno unos cereales sin COLA CAO, el puto NESCAFÉ sirve, está asqueroso pero como ya ocurrió el mes pasado vivo al filo del abismo, con ciento cuarenta euros en la cuenta, puedo decir que al menos respiro. Hago que me peino, escondo mis legañas en un lugar seguro, lejos de ser vistas por las numerosas miradas indiscretas que pueblan esta puta isla de mierda, me lavo los dientes y no logro esconder el sarro reinante sobre algunas de mi muelas, me ato los cordones de las zapatillas y me pongo una chaqueta. Hace sol pero también un molesto aire, lo que provoca que esconda mi ya famosa panza ibicenca. El lado oscuro de la tripa me tiene y no me tiene, a veces escapo, otras me atrae con su fuerza; pero todavía soy libre, siempre y cuando aguante la respiración, por momentos encuentro la libertad, por momentos me siento apresado. Respiro y observo como vago sobre una pesadilla, sobre una curva que si algo no evoca en mi es felicidad, pero no puedo escapar pues como el título de una película de Billy Wilder, la tentación vive arriba.
De camino al garaje paso por “La Canela”, me atiende mi pastelera, joder que guapa es, me derrito cuando hablo con ella.
- Dos panecillos de pan integral. Lo siento pero no tengo suelto – la digo mientras me quedo embobado cuando me ve y sonríe. Joder debe ser la ostia tener su cara, no hace falta ni que se peine, ni que se quite las legañas, pues como un exquisito molde de artesanía, todo lo que se ve en ella es imperecedero, nunca parece deteriorarse.
- Tranquilo aquí somos máquinas tenemos de todo – me dice. Y estonces cuando yo río con ella, pues no se por qué me sorprende tanto sentido del humor en una chica tan bella. Los demás van a la playa, algunos más pedo que Alfredo y ella trabaja y trabaja. Todo parece admirable en esta pastelera.
- La porción de tarta de queso, lo dejamos que estamos en verano y no veas … - la digo mientras contorneo mi curva falsamente llamada de la felicidad.

Y me despido de ella, mientras me doy cuenta como una pastelera es capaz de alegrarme sólo con una sonrisa, sólo con una mirada pues que es un euro con cuarenta por unos panecillos y su sola presencia en una mañana.
Sorprendentemente llego a la Delegación de Hacienda a la primera, sin dar vueltas, ni yo mismo me lo creo. Recorro el pasillo y cojo número, cuando ni pasan tres minutos y ya me están llamando. Eso es eficiencia. En la mesa un joven me hace la declaración, le adjunto todos los datos, él tambien es funcionario, por lo que una vez me la imprime y me sale a devolver, hablamos como no de la puta isla de mierda.

- Yo espero irme el año que viene cuando salga el concurso. Esto es un sin vivir, está todo carísimo – le digo.
- Pues suerte tienes que te puedes ir el año que viene. Aquí está todo carísimo ya verás a partir de julio. Y tú eres de Madrid y no lo notarás tanto. ¿Desde cuando llevas aquí? – me comenta con cierto aire de complicidad.
- Desde noviembre
- Claro, cuando todo estaba más barato. A ves si tienes suerte yo todavía no puedo salir de aquí.



Y nos despedimos, dos presos modelo de la puta isla de mierda, resignados por estos altos precios, a la espera de la posible llegada de esos locos que arribarán posiblemente entre julio y agosto.
De camino a casa encuentro sitio cerca del piso, me acompaña la suerte pues no tendré que llevar el coche al garaje y podré salir más tranquilo esta tarde cuando vaya a la playa. Escribo algo en el portátil, no mucho, tampoco hay que pasarse pero tengo unas ganas locas por subir toda esta mierda al Facebook, son muchos días, muchas historias y todas ellas aquí acumuladas.
Al rato me llama un compañero de trabajo, está en playa Bossa, quedo con él a partir de los cuatro, pues antes tengo que papear algo y luego después la rutina de costumbre, higiene y limpieza, sobre todo higiene y limpieza. Para comer termino con el arroz de ayer acompañado con algo de jamón cocido, una comida ligera para no inflar la panza, aunque a veces tus deseos chocan con un muro llamado realidad. Sin embargo, mi lucha se basa en el desconsuelo, en la vana esperanza del corredor de fondo, en la caída del sol por una tenue luna y en buscar lo que no quiero. Por eso ahora me doy un pequeño respiro, de unos días sin sufrimiento, porque se que pronto el espartano-running se pondrá sus zapatillas y surcará el horizonte con su inconfundible trote cochinero. Sólo yo y mis dolores de piernas, de isquiotibiales, con respiración acelerada, con sudores donde no quiero … pero podré escuchar música a paso lento, perdiendo la elegancia pero nunca el aliento.
Una vez llego a playa Bossa me olvido de los precios caros, del estúpido catarro, de la bajada de sueldo, de no tener un puto duro en la cuenta … pues todo se minimiza ante la inmensidad del mar y de los culos y tetas que posan junto a la arena. No sólo me quedo en blanco sino que llego a rozar el trance cuando frente a mi cruza una tía con dos peras como dos macetas, el compañero de curro me saluda, se levanta y alza la mano, pero por extraño que sea, mi atención se centra únicamente en esos dos melones de gran reserva. Una vez vuelvo en sí, veo al compañero de curro y como por arte de magia es capaz de leerme la mente.
- Menos mal que te he saludado antes de que vieras a la tía esa si no ni me encuentras – me dice.
- Ya ves, menudas tetas. ¿Pero has visto que melones? – le comento todavía en trance.
- Fijate yo estaba tumbado y me he levantado de repente. Para no verlos – me dice todavía dando gracias a la madre naturaleza.

Tras el fuerte sol y algo de inesperado aire decidimos acudir a La Mariana para tomarnos un tentempie junto a la terraza. La nueva camarera decide llevarnos unas aceitunas como tapa, se lo agradecemos pues ya sabemos todos como es nuestra querida Mariana. La nueva camarera sigue sus instrucciones, como esclava del orden establecido deambula por unas mesas de las que si algo sobra no son aperitivos. Una maceta de plastico con una flor muy cuca pero nada comestible, unas servilletas que no parece que tengan un buen comer y una especie de carta pueblan las mesas de La Mariana pero el plato con una humilde tapa cae en el olvido, escondido en un dulce rincón llora desconsolado mientras desde la lejanía se escuchan los gritos del silencio.
De camino a casa me paso por el Eroski unas compras de última hora tienen la culpa, están a punto de cerrar y las cajeras parecen cansadas, parecen haber olvidado su sonrisa, incluso parece que nunca la tuvieron, pero sólo quieren volver a casa, un deseo de lo más justo tras cientos de clientes. Yo no les reprocho nada pues en su situación estaría despotricando contra viento y marea por eso le doy el precio exacto, cojo la bolsa y vuelvo a casa. A veces no me siento alejado de una mayoría, a un paso de la humanidad camino por un circulo una veces piso fuera y otras me siento dentro. Estoy cerca de las cajeras, de algunas no tanto como yo quisiera.
Me doy un baño y me quito la arena, no la sal pues el agua un día más continúa fría como lo pueda estar una mañana de invierno. Tengo gana de meterme no con el agua sino en el agua. Espero no tarde mucho en calentarse, al menos que nos deje unas semanas de disfrute antes de que lleguen los locos. Estos frikis que disfrutan llamando la atención, cuando todo parece estar ya visto, ellos inventan nuevas chorradas para que no apartes los ojos de ellos, para que hables incluso mal de ellos. Cada uno vive como quiere pero los hay que parecen cansados y sólo les queda exteriorizar su aburrimiento.
Tras una cena con pan de molde y queso de Philadelphia acompañado con una ensalada me acerco a la habitación para terminar con los días atrasados de este diario que tanto cuesta. En ocasiones no me salen las palabras. Por eso me acuesto. Esta noche parece que tengo un nudo en la cabeza, me oprime y nada me circula, si alguna vez he tenido alguna idea buena, ahí se queda. Perdida en el más absoluto de los desiertos, cerca de un paramo donde no llega nada, donde no se extraen ni palabras ni recuerdos, la tierra no parece fértil, tampoco se puede excavar en ella pues jamás encontraran nada de valor, nada que de momento sea bueno. Por eso espero a mañana y me acuesto, será entonces otro día con algo más de acierto. Pues esta noche no puedo unir frases como tampoco puedo unir las ideas. Sólo pienso en dormir, leer a Bukowski y que mañana sea otro día.

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