08-04-10

08/04/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Desde el Abismo de Hell que supone permanecer en esta puta isla de mierda, me alejo del resto de la humanidad, pues sólo veo ibicencos y que son ellos. Para mi entes a los que no consigo comprender como me ocurre conmigo mismo. Desilusionado por una continua decepción, preso por un vago deseo cada vez más utópico, pues donde está la playa sino escondida tras ese fuerte aire que golpea contra todo lo que me rodea.
Sobre mi cabeza millones de alfileres rascan mis horribles pensamientos, pero nada parece salir a la luz pues si de algo adolece este jodido día es de luz. Me cuesta andar por las andrajosas calles, ni un GELOCATIL parece ser el remedio a mi dolor de cabeza, me cuesta sortear los entes ibicencos pues cada vez me siento más y más preso. Veo rejas donde antes no las había; recorro los mismos lugares y ya nada me sorprende, siempre la misma sensación, la de un condenado en víspera de su ejecución. El mar y las rocas provocan en mi la sensación de estar acorralado. La eterna historia de un día con final.
Así tras este negro despertar un sonámbulo a ratos carabanchelero, a ratos ibicenco sigue el camino que marcan sus pies, sin saber donde le llevan sus pasos. Una mañana como otra cualquiera recorriendo las jodidas tiendas ibicencas. Ayer fue la esquiva lechuga para hacer una ensalada, hoy es ropa sin encontrar mi talla, mañana será cualquier otra cosa que huye de los estantes ibicencos. Todos queremos huir de esta puta isla pero los hay que no pueden, ese es mi caso. Un duro mes de abril. Quien lo robara como diría Sabina, así todo sería más rápido e indoloro.
Ninguna camiseta me vale, si no es el color es la talla; la exclusividad se hace patente, he dejado de ser uno más en el frío Madrid a no encontrar nada de lo que me propongo. Soy una excepción en toda regla. Ni unos decentes calzoncillos negros, me conformo con los grises, más cercanos a unas humildes transparencias. Vaya antesala del verano me espera.
Una compañera de trabajo me dijo que la isla desprende unas partículas que nos afectan a todos, pero de una forma muy diferente. O bien desprenden un exagerado positivismo en nuestro estado de ánimo, manteniéndonos en todo momento alegres y felices o bien impregnan a ciertos individuos de un contagioso negativismo. El caso es, que esta dicotomía entre el muy bien y el muy mal se debe a estas misteriosas partículas. Yo humildemente creo que se da demasiada importancia a este cacho tierra que sobrevive sobre el tranquilo mar.
En mi opinión las únicas partículas que hay, son la de la droga que se puedan meter los millones de pasaos que vienen a la isla. Se ponen hasta arriba y es lo que les mantiene felices. Están medio agilipollaos todo el día y por no saber, no saben que decir. Sólo con sonreír tras otro inminente festín tienen suficiente.
En casa me entretengo tirando trocitos de pan al "Patio de la Muerte", no tengo otra cosa que hacer que observar el enésimo enfrentamiento entre palomas y gaviotas. Una vez cae el pan al suelo es rodeado por decenas de palomas que lo picotean sin descanso; sin embargo el paraíso dura poco pues rápidamente acude una gaviota soltando el característico graznido de guerra. Las palomas huyen, atemorizadas ante cualquier represalia y una gaviota de un solo bocado se come el preciado objeto de deseo. Tiro otro pedazo de pan al que acude la misma gaviota, secundada por sus dos fieles compañeras, nadie se mueve, todos quietos observando como ella degusta tal manjar. Es la jefa del patio, nadie la rechista y las palomas menos. Nuevamente un manojo de migas de pan caen sobre el patio y una inconsciente paloma acude a por este delicioso manjar, enseguida las dos gaviotas dejan de ser guardaespaldas, para alejarla con un empujón. La jefa sonríe, asiente con su cabeza, está satisfecha de sus compañeras, ellas agradecen su gesto y se reparten los pedazos de pan. No sin antes pedir permiso.
Para las gaviotas el ingerir tan preciado alimento no supone gran esfuerzo, en una milésima de segundo es engullido, su gran y poderoso pico constituye todo un hándicap, sin embargo las palomas necesitan más tiempo, picotean el pan a una extraordinaria velocidad, saben que cuentan con muy poco tiempo para hacerse con al menos unas migajas y como si su vida dependiese de ello acuden en pro de tal salvador elixir.
No se que más escribir pues si algo he hecho ha sido luchar contra molinos de viento, la eterna batalla contra la mierda, suelos repletos de pisadas, allí incrustadas, imposible ser despegadas, consiguen arrebatarme las pocas energías que aún me quedan.
Me doy una vuelta, sin sol no se como me sostengo, veo a otro sonámbulo de pasos cansados y mirada perdida, no estoy solo en esta desdicha. Observo las calles y tengo la sensación de que están más llenas, sin embargo me siguen pareciendo almas sin vida. No todo lo que veo son familiares ibicencos, algunos incluso me parecen turistas, otra extraña especie que parece probar la isla, “haz turismo invadiendo un país” como dirían Celtas Cortos; sin embargo todavía no ha llegado el verano, ni el sol parece salir de su madriguera, tiene que pedir permiso para salir fuera, pues no ha alcanzado todavía la mayoría de edad. Hoy no le han concedido tan ansiado permiso por culpa de la primavera y así todo es más frío tanto dentro de casa como fuera. Compro pan y más comida, ya todo me suena; las cajeras, las calles, los coches, el aire … sigo comprando, los días pasan y ya poco me sorprende. Me preparo la comida, algo de pasta, lo que sobró del trabajo, demasiada pasta cocida, demasiado tiempo perdido. De postre un Danissisimo, está cojonudo el jodido yogurt.
Veo la televisión mientras caigo dormido, me toca hacer noche en el trabajo, por lo que no voy a dar un disgusto a mi cuerpo. Con los ojos cerrados, sentado y dormido. Qué hago aquí pienso, ya no en la isla, pues eso tiene difícil solución. Pero que hago en el comedor dormido. Sacando de fuerzas donde no las hay, con la tripa hinchada tras la comida me desplazo casi reptando hacia la habitación para caer rendido sobre la cama.
El sueño es inmediato, sin embargo las ganas de mear no me dejan descansar; me cago en la oxtia, no consigo la felicidad plena. Rápidamente me levanto, no se como pero doy un salto, no quiero que la pereza arruine mi sueño. Me acerco a la taza y meo. Espero no haber perdido el sueño.
Suena el despertador y con ello mis pocas ganas de trabajar me sujetan al otro lado de la cama, no es necesario que hagan mucha fuerza para mantenerme tumbado casi una media hora más. Finalmente acabo levantándome, un profesional de la destreza, consigo driblar cualquier atisbo de pereza para rápidamente lavar mi cara con el agua ibicenca. Más salada si cabe hoy penetra bajo mis poros y limpia mis ojos de toda legaña. Sigo con la cabeza como un bombo, todavía no estoy despierto, sin embargo me acerco al curro como buen profesional ibicenco. De camino, una pizza para cenar. La chica que me atiende ya me conoce, mi pereza a la hora de cocinar me ha permitido conocer a esta joven ibicenca. Muy simpática pero con una sonrisa algo forzada. Sin embargo cuando hablas con ella deja atrás sus ataduras para ser ella misma y eso reconforta bastante pues su carácter no parece estar muy alejado de la simpatía forzada y de la sonrisa obligada que habitualmente hace gala. Tiene unos hermosos ojos azules, un bonito cuerpo con un buen trasero, que más puede pedir. Disfruta tu momento y se tu misma, no es necesario que te sientas obligada. Con la pizza en la mano pillo el “OLO”, para dar el callo en el trabajo, sin necesidad de sonrisa obligada, pues si algo tengo claro es que no puedo ocultar mi escasa simpatía por el trabajo.

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