Documentos Inéditos (VI)

28/06/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
"Se ama una ciudad si allí has sido feliz y has sufrido. Si has amado y odiado. Y has estado sin un centavo en el bolsillo, luchando por las calles, y después te recuperas y le agradeces a Dios que todo no es mierda. Si no tienes historia donde vives eres como un grano de polvo volando al viento"

No hago más que dar vueltas a esta frase, extraida de mi última lectura, “Animal Tropical” de Pedro Juan Gutierrez, la leo de nuevo, la subrayo y me hace pensar. Es importante que un libro te haga reflexionar, pues no sólo las palabras sirven para ser meramente leídas sin encontrar un sentido en las mismas sino que también es importante que estas te lleguen, te busquen y te hagan despertar de esa autocomplacencia consentida; el leer por leer nunca ha sido mi fuerte, por eso escapo de la cantidad, decir he leído tantos libros como si de una competición se tratase no tiene nada que ver conmigo, es por ello que me tiro largas temporadas sin una amena lectura, sin encontrar un autor que considere que me ofrece algo, que llene mi tiempo y mis deseos con algo más que incompletas frases compuestas por frías palabras.
Es por eso por lo que subrayo esta frase, pues me recuerda a ese Madrid que tanto echo de menos, esa puta ciudad llena de gente, de locura en ocasiones desenfrenada, con su incansable actividad, su orgullo, su miseria y ese don para poder respirar en libertad, pues nadie te conoce pero te respetan basandose en una extraña y envidiable frialdad que a los que no viven allí les choca, alejandoles por completo de una idea tan vana como la de vivir en ese infierno de urbe; sin embargo a los que nos hemos criado, los que hemos amado y convivido bajo su aire contaminado nos deja marcados para toda la vida llevandola en el corazón para siempre. Pues sus ratos buenos son imborrables, también los malos momentos dejan huella pero todo es valido si con ello se forja el carácter. Quiero a Madrid tanto como lo odio, a partes iguales, es el buen hijo, el buen amigo, ese alguien con quien emborracharte pero también el kinki o el macarra que quiere atracarte, el mal compañero o ese que te aplasta con sólo mirarte, eso representa Madrid y se hace cada vez más lejano, sobre todo cuando a ti vuelven momentos no tan agradables.
La historia es esa y no me hace falta ninguna foto que complete mis recuerdos, pues se que siempre estarán allí como el paso del tiempo, escondidos entre pequeños huecos invisibles pero siempre disponibles.
¿Qué papel tendrá Ibiza en esa pirámide de continuos sentimientos?, desde luego no espero hacer historia pues me conformo con recorrer un camino y hospedarme bajo imborrables recuerdos, sin embargo no hay que ser adivino para reconocer que esta puta isla tendrá un rinconcito en mi castigado corazón y que la llevaré conmigo como una madre coge de la mano a su hijo, y que la echaré de menos pues si algo he hecho es tener la enorme fortuna de conocer gente de lo más agradable y que suspiraré por ella, sin lagrimas pero con tristeza, cuando coja la puerta que me conduzca quizás a Mallorca, quizás a Cadiz, quizás otra vez a Madrid, a un lugar donde el invierno no sea tan frío, donde el bajón de la dura lluvia no rompa mi alma tras el frío fantasma del pasado, pues afortunadamente poco queda ya de ese invierno extremo plagado de frustración y de continuos viajes, buscando un lugar no tan frío como lo es por esa época esta isla llamada Ibiza y que yo cariñosamente la llamo puta isla de mierda.

La lluvia y el bajón de media tarde todo un contraste con el sol de la arena, tras una playa bajo un paisaje, con sus aguas cristalinas y esa vista tan excepcional como idílica, así son los extremos en esta isla. De cero a diez no existe término medio. Es por eso que sólo quiero disfrutar del verano, sin mirar ese desconcertante pasado y sin preocuparme por ese futuro invierno que bien podría romper de nuevo mi ánimo. Sin embargo hay aspectos de la cotidianidad que se vuelven habituales como esos polipos mañaneros que provocan que me despierte con una nariz que simula la de un castigado púgil tras una velada de boxeo algo desconcertante. Una nariz que esconde unos pólipos que bien podríamos otorgarles el título de inmensos o bien extremadamente grandes, según se mire, pues no hace falta fijarse mucho para darse cuenta que de estas narices sobresalen dos mocosidades acuosas e intermitentes que simulan un manantial de incesante vida.
Es por ello que decido ir de una vez por todas al médico, pues ya va siendo hora de acabar con estos chinches y no existe otro remedio que esa ansiada medicación que pueda salvarme del horror y del suplicio que significa llevar a cuestas a estos dos miserables. La fábula de las oportunidades, pues ellos ven una salida a su condena, atados a las narices han alcanzado la mayoría de edad y quieren ser libres, pretenden descubrir el nuevo mundo, ver la vida más allá de estas paredes nasales; el sueño de la libertad lo llaman y por esa razón es por la que gritan, pues sólo quieren despertarme cuando estoy durmiendo, al igual que cuando estoy comiendo quieren su parte o cuando estoy en la playa no cesan de reivindicar un nuevo bronceado que acabe con ese blanco del que hacen gala.
Sin embargo al igual que ocurre con nosotros se creen inmortales cuando sólo somos inútiles ignorantes, pues podrían vivir tranquilos alejados de absurdas reinvidicaciones, disfrutando de lo que tienen a mano, viviendo con humildad bajo esas fosas nasales. Pero no es su objetivo por lo que hay que hacerles retroceder, como yo he retrocedido en mi absurda idea de aborrecer los hospitales, de ir al médico a menos que sea más que necesario, de no pisar un ambulatorio por temor al horrible hedor que destila su aire. Y ahí estoy yo en una sala de espera junto a siete u ocho extraños que parecen admitir que se encuentran enfermos, ahora bien quien no está enfermo de algo, con esas profundas cicatrices que se aferran a un carácter que te acompañará toda tu vida y hará de ti o bien una gran persona o bien un completo indeseable.
La vida es una jodienda que a todos nos enferma pero que no todos soportamos de igual manera. Los hay que callan sus temores para lavarlos bajo la cuerda de sus pensamientos, los hay que se abren con más facilidad sin miedo a dejar escapar todo aquello que les ata y les retiene, los hay que ven el vaso medio lleno bajo una inútil apariencia; pues la vida es una jodienda como he dicho antes donde no hay más remedio que hacer tripas corazón y tragar con todo, hacer frente a las adversidades con el deber aprendido de soportar y soportar todo lo que el cuerpo aguante. Hasta que llega el límite por el cual el cuerpo o la mente dicen basta, pues están cansados de esa experiencia digna de castigo que en ocasiones puede suponer el respirar, el vivir, el soñar…
Sin embargo aquí no hay nada de eso, pues sólo estamos los enfermos molestos, los que queremos que nos atiendan cuanto antes sin mirar a ninguno de nuestros semejantes, pues sólo buscamos la facilidad del instante, un simple catarro, un grano en alguna parte, un picor en no se donde o como en mi caso unas recetas que acaben con estos dos elementos que no dejan que respire por una nariz cada vez más colosal y grotesca. Vamos que tenemos prisa porque quiero comprarme ropa, porque quiero ir a la playa, porque tengo el cocido a medias … ¿qué clase de enfermos somos? de medio pelo, los protestones, los tocapelotas y ahí es donde yo me muevo como pez en el agua. Con mi gente los inofensivos sacapuntas, pues que otra cosa vamos a hacer sino sacar punta a las cosas. Si no ahí está la elementa que tengo a mi izquierda, protesta y protesta, incluso parece que tenga azogue, se sienta y al rato se levanta, no la entiendo lo que dice pues habla algo que bien podría ser ingles, yo no estoy seguro y me decanto por permanecer victima de la más completa ignorancia. La mujer se agacha, gesticula no se donde le picará y tampoco me quiero acercar mucho no sea contagioso pues ya tengo una picadura en la pierna que jode tanto como rabia. Ahora se levanta y parece que corre, sólo parece, menos mal pues se habría llevado por delante las plantas que adornan el pasillo. Frente a mi un hombre relee el periódico mientras calcula en su cabeza el tiempo que le queda para salir de esa sala de espera que tan amplia se hace. También hay un crio que juega, la infancia se resume con un solo coche, ya es feliz pues no quiere más, el conformismo de la minoría de edad.
Y por fin parece tocarme a mi, una consulta rápida, unas recetas y la puta medicación que acabe con esos jodidos polipos, pues sólo se resume en eso.

De vuelta a casa preparo la bolsa y me acerco a playa en Bossa, pues ahí están los “Profesionales de la Playa” bajo una sombrilla, ya que tras haber acabado el sol con el aire no estamos para hacer actos suicidas y traspasar el límite que nos arrastra desde el lado oscuro del moreno a las ascuas de la piel quemada, pues como todo, el “vuelta y vuelta” puede tener sus consecuencias. ¿Pero qué no tiene consecuencias? la vida se mueve en una continua causa-efecto y nada parece ser completamente bueno ni malo, dominada tras esa palabra llamada “moderación”, algo que no deja de ser algo tan impreciso como ambiguo, se nos condena antes de cualquier momento de disfrute. El límite es esa fina linea que te hace caer en la peor de las desdichas, pues si es aconsejable hacer deporte el de alta competición puede ser contraproducente, pues si comes todo tipo de alimentos ten cuidado con las cenas abundantes, con esos ardores, esa tripa inflada, ese malestar en la cama, pues si es bueno dormir tus horas tampoco te pases pues el propio cuerpo se cansa; todo parece ser un plan estudiado basado en un objetivo que es el miedo pues esa fina línea tan inapreciable como invisible, no es más que una ilusión que se agolpa en tu cabeza y te posiciona en el límite del bien o del mal. Hagas lo que hagas te puede llevar al vacío, joder vaya una vida repleta de enemigos.

Tras esconderme del sol en playa en Bossa me acerco al gimnasio, no por una devoción casi secreta a las pesas sino principalmente por no gastar agua en casa pues mi cuerpo sólo es una silueta rellena de arena, como un filete de carne empanada, todo caliente y cubierto no de pan rallado sino por arena y más arena. Un grano, dos granos y miles de granos dan forma al hombre arena, una silueta de lo más efímera puesto que lo primero que hago una vez cruzo la puerta es darme un salvador baño. Con el agua cae la arena rumbo a un desague que les conducirá a alguna parte. Y ahora toca la sesión de pesas, cada vez más pesada pues me canso con nada, miro y miro el reloj mientras los minutos pasan simulando las horas. Para terminar un nuevo baño cuando ni siquiera he sudado, pues lo mejor de este gimnasio, sin duda, es esa ducha bajo un agua que brota a una temperatura casi perfecta.

De vuelta a casa y tras una comida ligera tomo dirección Cala Sarraca, cada vez más mis impulsos me conducen al norte de la isla, lo que se llama Portinax. Las calas que conforman esta zona me parecen extraordinarias y muy adecuadas para ese entretenimiento que me he buscado y que parece llamarse snorkel, pero que para mí no es más que ver peces, plantas y de vez en cuando tragar algo de agua. Tras aparcar con comodidad en Cala Sarraca observo como la playa está plagada de medusas, mi valentía puesta a prueba aunque yo lo llamo inconsciencia, por lo que decantandome por este último termino opto por una sabia decisión que no es otra que tomarme una Coca-Cola fresquita en ese garito que regenta una camarera con los ojos más espectaculares que he visto en esta isla de mierda. Sin embargo, antes escucho las confesiones que un valiente nadador hace a una familia de turistas:

- No se metan ustedes y menos la niña el agua está plagada de medusas. Más allá no te puedes ni acercar. Esto es indignante, estos del PP se han cargado la isla. En los ochenta si estaba bien, pero ahora … han acabado destrozandola.
- ¿Pero están todas las playas igual? – le comenta la madre de familia
- Las del norte casi todas. Salinas y Es Cavallet igual. Las que menos las de San Antonio. Se están cargando los atunes y las tortugas de mar, por eso hay más medusas. Estos del PP dan concesiones a todo el mundo y así pasa que están destrozando la isla. La gente se va a Turquía, les sale más barato y se puede bañar. Yo vengo porque me gusta la isla. Todos los años desde los ochenta llevo viniendo pero cada vez va a peor. La culpa es de los del PP, perdonen si son ustedes del PP pero aquí han jodido todo.
- NO, NO … - le contestan rápidamente, aunque no se si pensando la respuesta antes de una amable contestación o bien sincerandose como un niño lo hace ante su querida madre.
- La isla la han destrozado estos del PP, aquí en Baleares han hecho mucho daño. Lo único que quieren es llevarse el dinero.
- Si pero lo de robar lo hacen todos, tanto uno como otro partido. Lo que pasa que la ley de costas no se respeta mucho por aquí – le contesta la madre de familia dando un nuevo giro a la ocasional y grata sinceridad.
- No, si robar roban todos el PP, el PSOE y los de IU porque no pueden. Pero los del PP aquí se han puesto las pilas, ¿ustedes de donde son si no es indiscreción?
- De Valencia.
- Buff pues ahí el PP …

Y ahí les dejo en su cruzada de lamentaciones por un planeta que sigue un rumbo que quizás le conduzca a una merecida autodestrucción. No se si por las medusas, no se si por los rayos del sol tras la cada vez menos solvente capa de ozono, no se si por ese polémico cambio climático, o por el 2012 … no lo se, ahora bien lo que es cierto que nosotros los hombres seremos los primeros culpables. Pues vivimos al día en nuestro estilo egoista y cada vez menos altruista, nos importa un “huevo” las consecuencias, incluso las nuestras, pues estamos exentos de un purgatorio donde extirpar nuestras penas. Somos presa fácil de la codicia, de la idiotez y el materialismo, autenticas máquinas de hacer dinero, crueles monstruos sin dignidad que destruyen lo más humildes sueños, dictadores en su vida y en sus empresas, altos cargos que adoptan el rol de sucios ladrones o como aquí turistas embadurnados en su grotesca apariencia que como fantasmas son dominados por un ridículo espejo del que escapan pues no son capaces de digerir sus miserias.
Como escapo yo del calor de la arena, de las confesiones de una cala cada vez menos llena, de un sol que cae bajo el vacío que le hacen las enormes piedras que pueblan el paisaje y es cuando me despido de esos ojos y de esa camarera; sonreímos, sólo hay eso aunque ese vividor argentino que se encarga de las tumbonas y sombrillas vea algo más a través de sus gafas negras, pues no para de observarme. Quizás debería limpiar sus gafas pues como los sueños el despertar del sol te hace ver la realidad.

De vuelta a casa, con tiempo para una ducha, un aliviador after sun y una mínima cena, para caer frito por el calor de un verano con alegres consecuencias. No creo que vaya a Madrid pues me encanta eso que llaman independencia, el gusto de vivir sólo se sirve en la mesa y por fin adopto el rol de comensal, por eso lo saboreo y lo disfruto, unas veces más otras menos, y aunque pudiera estar soso, quemado o falte algún ingrediente todavía estoy aprendiendo a peregrinar bajo una realidad tan sincera como este incontrolado diario que escribo cada vez más a destiempo, pues si algo también quiero es disfrutar de este verano, disfrutar de todo lo que estoy viviendo

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