09-04-10

09/04/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Sentado sobre el retrete parezco divagar sobre el sentido de la vida y el cruel destino de la humanidad. Así con unos ojos a medio cerrar en una visión de tubo casi idílica distraigo la mirada en la nada, tras una imagen nítida sin un pensamiento que llame a la puerta, sólo el retrete y yo; un nuevo encuentro, sin saludos ni palabras pues ya nos conocemos. Ni siquiera una mirada mientras mi organismo expulsa toda esa mierda, escogiendo mi culo como su brazo ejecutor. Intento levantarme, decirle “ya vale por hoy”, pero no para de salir mierda. Una fuerza incontrolable me ata a la taza del bater, preso de mi destino, sentado tras una cámara que inicia su inexorable tortura.
Mi estomago se une a la fiesta, un anunciado retortijón tras ese cómplice aullido en forma de tormenta; me encojo llevando mi cuerpo hacia delante, incluso mi alma se dobla a la desesperante agonía mientras la mierda cae a cuentagotas sobre las paredes del hasta entonces limpio retrete.
El silencio en el cuarto de baño resulta abrumador, la puerta cerrada en una habitación con un ambiente cada vez más cargado, una atmósfera irrespirable en un segundo más de pasión. De repente se escucha ese “chof” característico, tras golpear el jodido zurullo sobre el agua del retrete.
Abatido no alcanzo a ver el final, la mierda no deja de salir para acabar flotando en esa agua cada vez más horrorosa, en una imagen que recuerda la peor de mis pesadillas. Gritaría asustado pero ni fuerzas tengo ya, mis piernas cada vez más frías y dormidas no se si están preparadas para soportar el ansiado final.
De repente un último zurullo, rezagado de sus madrugadores compañeros, pide perdón por su tardanza, el educado compañero como así lo llamo tras acabar cayendo sobre un retrete con cada vez más mierda dentro.
Tras la dura batalla por fin llega el momento, me limpio el culo a conciencia, sin restos de mierda, curado de cada herida alejado de aquel sufrimiento. Lo mejor de cada casa, peligrosos delincuentes de mal olor y peores intenciones, expulsados del organismo por no respetar unas justas reglas de convivencia. Ellos sonríen, desconocen su final tras tirar de la cadena, no piden clemencia ni tan siquiera protestan. Claman venganza mientras son arrastrados hasta donde va toda esa mierda.
Me cambio mientras escucho Tom Waits, Leonor estaría orgulloso de mi, suena “Hang Down Your Head” mientras me pongo el pantalón del chandal, “Clap Hands” y toca el turno a una modesta sudadera, “Jockey full of Bourbon“ para terminar de atar los cordones de mis peregrinas ASICS, kilómetros y más kilómetros de puta isla recorridos con ellas. Y lo que queda por recorrer.
Llamo a un compañero de trabajo, hoy es día de concierto, Fito visita la isla y ahí estamos los funcionarios para botar con todas sus canciones.
Un zumo de melocotón en “La Mariana” y un tutorial de cómo hacer una quiniela reducida de seis dobles, dos al directo y cuatro reducidos. Me asesora un compañero de trabajo; la peña funcionarial quinielistica lleva ya bastantes engaños en forma de reducción. Nunca una reducción había costado tanto. Lo máximo que nos ha tocado asciende a la desorbitante cifra de 18 euros. Una humilde cantidad que no significa nada cuando el boleto ya de por si vale casi 40 euros.
Escribo en el portátil mientras veo volar a las gaviotas, les gusta planear cerca de la ventana para después aterrizar en el “Patio de la Muerte”. Quizás esperen su ración de pan duro, pero hoy la despensa permanece vacía. COMIDA.- Arroz a la cubana. Entrecot de buey. Ensalada. Danissisimo. Están cojonudos estos DANISSISIMOS de Danone. Una manera de comer un abandonado postre, pues nunca he sido muy amante de los postres. Me tomo un café con hielo tras haber dejado el vaso en la nevera minutos antes. Se nota el resultado, los hielos no se derriten y el café está cojonudo.
Bajo a sellar la puñetera quiniela. La suerte está echada. No se si saldremos de pobres, quizás para una cena sea suficiente, quizás para salir de la isla … todo llegará.
La isla tiene sus cosas y algunas buenas, pero por extraña razón me deja marcado todas aquellas cosas que más me joden; como no encontrar ropa, veo una prenda y no hay de mi talla; si veo algo y vuelvo no lo encontraré jamás, pues escapará por una misteriosa puerta de atrás, que bien me gustaría encontrar. Hay que comprar en ese mismo instante, sin aplazar nada … pero en ocasiones no hay ese vil metal, llamado dinero.
Las noches me joden, hasta ahora son frías. Siempre hace aire, siempre un sospechoso frío recorre mi cuerpo, un frío que hace despertar mis polipos. Por eso, cojo una chaqueta que me sirva de ayuda para soportar o disfrutar del concierto. Veremos que tal funciona Fito en concierto, recuerdo a los Platero cuando los vi Madrid, en aquella Sucursal, ahora ni rastro de ella. Que gran concierto, una canción tras otra, cada cual mejor, un agradable recuerdo. Pero esto es Ibiza y ni Fito se acerca de lejos a aquellos Platero. Por eso escucho Tom Waits con su “Down, Down, Down” mientras cojo la entrada del concierto, guardada en un cajón como así lo están mis recuerdos.
Una Coca-Cola en el Vermell antes del concierto, esperando a un rezagado compañero, ya queda menos para ver el concierto. Pillo el “OLO” mi agradable compañero, dirección San José y un campo de futbol aún no lleno. Una entrada modesta, comienza la actuación; todo va sobre ruedas hasta que se va el sónido, los del grupo no lo saben, por lo que continúan tocando sus guitarras sin que nada se oiga. Parece una actuación de mímica más que un concierto de música. De repente el listo, el ingeniero de sónido les dice que paren pues nada se oye, el ridículo más espantoso, pero los ibicencos siguen tranquilos, fumando porros, mirando hacia atrás, hablando sin prestar atención al concierto. La actuación continúa, nadie bota, todos quietos como estatuas sólo el carabanchelero parece moverse tras canción y canción. Levemente sin llamar la atención, no entiendo a la sociedad ibicenca. Pero entonces una sorpresa, pues de la maleza ibicenca, surge la “Tia buena de recepción” que me da dos besos, se sorprende al verme, yo le digo que me mola Fito, aunque quien me mola es ella, pues sinceramente Fito se puede ir con viento fresco. Nos despedimos cariñosamente, no tanto como a mi me gustaría, pero al fondo un armario empotrado parece llamarla, la mirada del tigre ibicenco se posa en ella y es entonces cuando el fondo de armario se hace más y más profundo.
- Quien es esa rubia – me dice un compañero de trabajo
- Secreto profesional – le respondo, sin ganas de dar explicación alguna.

Otra nueva canción y de repente el sonido desaparece y con ello el vacío, los músicos huyen, Fito el primero; maricón el último. Y la gente no dice nada, ni le chilla, ni grita victima de esas partículas, de los porros o el alcohol, yo creo que ni se enteran. Pero todo termina como la canción de repente. Nueva aparición sobre el escenario, momento acustico, “abrazado a la tristeza” y un recuerdo a los Platero con “Al Cantar”, incompleta ella pues sólo canta la parte lenta, tan incompleta como lo es el concierto pues de nuevo se va el sónido sin que los músicos lo sepan. Siguen haciendo que tocan, Fito hace que canta, todo parece playback y sobre la pantalla central del escenario el AudioCatalyst, un programa de ordenador. No me jodas que es todo playback. La peña no sabe si reir y llorar, todo es surrealista, pero nadie grita, ni siquiera unos disimulados abucheos. De repente el saxofonista se da cuenta, tira los cascos, cabreado le grita al guitarra mientras el Fito se tira de rodillas y mueve los labios, hace que canta pero de su boca no salen ni unas míseras palabras. Los músicos se retiran no hay abucheos, sólo olor a porro, sólo esas sustancias, esas partículas que hacen de la isla la nada. Pues el concierto hasta ahora no es nada. De nuevo aparecen los músicos, Fito es el primero en pedir disculpas por un sonido tan lamentable, esperan terminar lo mejor posible, mientras tengo la sensación de que no nos devolverán nuestro dinero. Espero no se vaya el sonido de nuevo pues no creo que vuelvan, sin embargo eso no parece importar a la sociedad ibicenca. Termina el concierto como comenzó el día, con indiferencia, en el campo de futbol todavía quedamos unos pocos con nuestros bocadillos y nuestra cerveza es entonces cuando veo de nuevo a esa recepcionista que la ropa tan bien le queda, me acerco a ella pero una amiga tan pesada como la isla no nos deja hablar, pues interrumpir al silencio sólo le corresponde a ella. Como una carraca parece olvidar los puntos y las comas, no así la entonación, pues por momentos parece gritar. Nos cuenta que vio a Fito en Mallorca, empezaron tarde con un sonido espantoso, estuvo esperandole en la puerta con decenas de admiradoras, pero el tio no aparecía pues escapó por otra salida. Yo le diría que me importa un huevo el Fito y sus historias de mierda pues bastante tengo yo con haber pagado por este concierto de palo. Pero el caso es que la tia ni se va ni se calla, sigue con su retaila hablando a una velocidad vertiginosa. No se ni de que habla ya, por lo que opto por ignorarla y mantener una conversación con la tia buena de recepción, un dialogo marcado por las interferencias, le informo que Prodigy van a venir a la isla, pero ella no saben quien son, intentamos hablar de música electrónica aunque tampoco parece tener mucha idea, no me extraña pues no le hace falta saber mucho estando buena. Mientras tanto su otra amiga sigue contandonos su pasado, no se ni por donde va ya pues tampoco me importa. Yo intento seguir hablando, lo intento pues al final desespero y me despido de ella. Excepto el Padrino II las segundas parte nunca fueron buenas.
Subimos la cuesta arriba de la tristeza para alcanzar al “OLO” y tomarnos unas cervezas. La procesión de ibicencos se hace cada vez más larga, algunos de ellos parecen bastante perjudicados, no por la mierda de concierta sino por ciertas sustancias que parecen vagar por la isla.
Ya en Ibiza, en la Oveja Negra, nos encontramos con otros compañeros de trabajo, mientras circulan las copas y las cervezas.
- Yo soy bohemio y soñador – me dice un compañero gallego
- ¿Y qué quiere decir eso? – le contesto, sorprendido tras ese concienzudo análisis de si mismo.
- Quiere decir que soy feliz, yo soy feliz. Ahora tomándome este cubata soy feliz. Fumando soy feliz. Yo abro la ventana y veo el sol, la naturaleza cuando me levanto, el paraíso frente a mi. Que más puedo pedir. Allí en San Vicente soy feliz. – me dice tras beberse casi de un trago la mitad de su cubata
- Pero si San Vicente está a tomar por culo de aquí. Aparte allí no hay nada.
- Como no va a ver nada, cuando salgo a la terraza veo el mar, que más puedo pedir, no necesito nada más. Me bajo a la playa, toco mi guitarra y soy feliz – me dice mientras pide otra copa, inmerso en su felicidad.
- Coño, pero desde aquí hasta San Vicente hay la tira.
- No está tan lejos, 40 km. Yo conduzco despacio, tranquilo. Lo importante es ser feliz, y yo soy feliz.

Y todo se resume en eso, la eterna busqueda de la felicidad, tan esquiva como deseada. Tras la charla dirección a otro garito, el ARAMONT, todo un desprestigio para la isla. La música más hortera que he escuchado últimamente por aquí, sin embargo parece poblado por horteras ibicencos, uniformados con camisas de colores y vaqueros, como osos pardos atacan el género femenino, no dejando que te acerques a ninguna de sus hembras. Me tomo una cerveza, ni una charla, un lujo tras esa música tan alta como desagradable. De nuevo en la calle, esta vez rumbo al PACHA, también llamado PACHA CHÁ, lleno de niños o eso me parece a mí, con una nueva sala abierta desde la última vez que dirigí mis pasos a esta discoteca. Mas llena si cabe, pago por un RED BULL 10 euros, mi compañero de curro, nuestro agradable bohemio y soñador paga la misma cantidad por lo que parece ser una copa, yo aún tengo mis dudas, pero él es feliz, sonriendo con su vaso, bailando entre la multitud, rebosante de energía se confunde entre trago y trago. Bajamos a la pista, algo curioso, sobre una tarima una gogo hace la danza del vientre, mientras otro toca una pequeña trompetilla, todo en directo mientras el que pincha le ayuda con la música que sale de los platos, todo se combina perfectamente, una extraordinaria mezcla. Pero acaba y de ahí la nada. La peña alterada por las famosas partículas ibicencas, unos sin camiseta, otros escondidos bajo unas gafas de sol. Ellas dan vueltas, también las hay quietas. Una extraña degradación la que allí sufre la especie humana. Me llama la atención un individuo, no se si humano pues da vueltas sobre si mismo y mueve los brazos, girando hace circulos mientras sigue moviendo los brazos, imita a una gallina, o quizás lo sea. Cualquiera sabe, todo queda en manos de la puta isla de mierda. Ella dictará sentencia. Alzo la vista y veo los reservados, hasta en la más asquerosa miseria parece haber clases sociales. Los privilegiados están arriba sin camisa, se mueven y danzan, los hay rodeados hasta de tres mujeres, me resulta curiosa la escena. Abajo el pueblo llano, algo apretujados por la locura, algunos más afectados, otros más alterados, incluso los hay hasta desencajados. Suena música, digo música más bien ruido, latas que se chocan y del golpe se oye un sonido, ¿qué clase de sonido?. El más espantoso ruido. Sobre mi una lámpara cegadora, intermitente en sus luces, me impide abrir mis ojos por completo. Tampoco hay mucho que ver pues ya está visto todo. Una retirada a tiempo y quizás una victoria. No lo sé, al menos no me considero derrotado, cuando escapo de esta cuadra de ruido y más ruido. Voy andando por el paseo, el puerto cae como la noche, oscuro sin un alma y en mi cabeza una jauría que retumba por una noche ibicenca que consigue doblegarte e incluso por momentos te atrapa sin respiro. En casa, bajo la sabana con la luz encendido leo un nuevo día en el diario de Charles Bukowski, “El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco”; me encanta ese título, que titulo le pondría a la noche ibicenca. “En el infierno de la jauría los hay que comen hasta menos mierda”.

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