20-04-10

20/04/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Veinte de abril como dirían los Celtas Cortos, pero en su caso del 90 y en el mío del 2010. Tumbado bajo la cama victima de las numerosas heridas de guerra, la humedad aprieta sin ahogar, pero coño si aprieta. Llevo tres días con dolor de cabeza, ¿el cambio de tiempo?, y yo que coño se si no soy médico. Me siguen doliendo los huesos, las articulaciones, la puta espalda … ¿que si puede ser el colchón?, y yo que coño se si no entiendo de colchones. A simple vista le veo bien, pero coño a simple vista, a lo mejor mirando, mirando puede salir cualquier cosa. Jejejeje un millón de euros, no jodas. Y luego está la perpetuidad del sueño, es más tengo la sensación de que podría dormir, perdón invernar, dos incluso tres días seguidos y me acabaría levantando igual, igual de gilipollas, igual de loco por andar donde los pies caigan, donde los pies lleven al sonambulo … Y todo seguiría igual. Efectos secundarios de la puta isla, lo llamo yo.
Por eso estoy escribiendo tumbado, sufriendo los efectos secundarios de la lámpara que la muy joputa enchufa sin piedad sobre mis ojos, cegándome por momentos, jodiendome por momentos. Será cabrona.
En fin, me jode escribir tumbado pero no hay más remedio. Además mañana comienza mis trece días de pasión, mis trece días de curro. Y en ese tiempo mi vida sólo será una cosa, curro, curro y puto curro. Las conversaciones girarán en torno al curro, me tocará comer en el curro, incluso cenar en el curro. Espero no cagar allí y dejar ese majestuoso momento para un retrete con una mierda más propia, más familiar y quizás algo más limpio. Y así girará mi vida en estos trece despiadados días, en estas no se cuantas horas que me arrancarán para dárselas a esos cabrones que me hacen currar, en esos cientos de minutos y miles y miles de segundos para respirar en el curro.
Hoy he ido a “La Canela”, para ver a mi pastelera. Tras una dulce espera, mi turno se encontraba escrito en papel de color azul, con el número 54; sin embargo la suerte ha sido algo esquiva conmigo, pues hoy ella no me ha atendido. Un dulce castigo pues ella seguía allí, con todos sus detalles … sus sorprendentes ojos negros, su cara perfecta, su flequillo, su coleta... Es algo maravilloso. Una imagen casi irreal, ni se desgata, ni se deteriora. Inmutable en su belleza, casi no deja de ser como una quimera en este puto mundo ibicenco.
No como yo, cada día más deteriorado, me miro al espejo y casi escupo sobre esa imagen de rasgos cansados, cada día más malogrados por una continua lucha, por estar en doma pero nunca vencido. Sólo el efímero consuelo de un moreno, más bien rojo importado desde Cala San Vicente; todo un paso hacia delante tras acabar con ese blanco mortuorio que me venía persiguiendo. Sin embargo mi pastelera continúa con su piel blanca y no por ello pierde ese halo casi mágico que la envuelve y la protege bajo una imagen del todo lúdica dentro de esta selva de aborígenes ibicencos.
Nuevamente he estado en La Mariana y está vez a Dios gracias pues mi amiga La Mariana no me ha tirado el zumo a la cara, es más me lo ha traído a la mesa. Habré ganado su respeto a base de euros, desde luego no su sonrisa. Otra ibicenca más dentro de la crueldad de los precios. De genes ibicencos se nota su remordimiento, ¿por qué no subir más los precios?. COMIDA.- Tallarines con tomate y DANISSIMO.
Pillo el “OLO” hasta playa Bossa, sin embargo todavía no está limpia la arena, por lo que huyo hasta un lugar mejor. La cala Es Torrent es una opción, tras muchas curvas por fin consigo llegar, aparco el “OLO” pues mareado como yo de tanta curva necesita descansar. La cala es bonita pero no deja de ser algo elitista, pues sobre ella un chiringuito se ha adueñado de tal preciado espacio abierto. Sus tumbonas cubren casi por completo la arena de la playa, dejando un mínimo espacio para aquellos humildes mortales con toalla que sólo quieren disfrutar del placer de esta cala, de la sencillez de una mañana bajo una sombrilla, del ruido de las olas, de la soledad y la compañía, del buen gusto de la naturaleza virgen, lejos de los chiringuitos y las putas tumbonas de los cojones. Meteros el puto restaurante por el culo, las botellitas de agua y demás historias de pijolandia. Con el disgusto que supone observar como el hombre trata de dignificar las playas trasladando toda su basura clasista tomo rumbo al gimnasio, una sesión de pesas con poco peso, un esfuerzo baldío, pues trece días de curro suponen trece días sin gimnasio.
En el gimnasio la música electrónica pega que no veas, más alta que otras veces me impide escuchar a través de los auriculares del IPOD a los Oasis, que se jodan los Gallagher pienso, sin embargo también me jodo yo, pues me estoy volviendo loco con tanto chumba, chumba. Ni abdominales puedo hacer pues los altavoces se encuentran encima de las colchonetas y allí el sonido resulta ensordecedor. Gritaría auxilio, pero fijo nadie me oiría. Decido escapar de la locura, ni siquiera me baño pues incluso desde los vestuarios se oye aquel preludio de la destrucción masiva.
Ya en casa cuezo pasta mientras escucho la victoria del Inter sobre el barsa, esperemos que este 3 – 1 sea suficiente para no ver a los blaugranas en el Bernabeu. Me acuesto, es pronto, espero estar despierto mañana, y el siguiente de otros muchos días de curro. Total ¿que son trece días sin sentir nada?, sin apenas el dulce suspiro de un segundo tras otro, sin apenas nada. Sólo curro y curro.

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