29-05-10

29/05/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Escucho Russian Red mientras me veo a traves del cristal de la ventana, ya es hora de cortarme el pelo, ya es hora de afeitarme … ¿por qué tanto pelo? aunque mejor eso que estar completamente desierto. Un hippie que se deja llevar hasta el límite donde la apetencia le cree remordimientos por no hacer nada, por dejarse llevar al mundo donde la constante levedad sea algo de lo que escribir, de lo que contar, de lo que vivir. Eso parezco, bajo una cara más plagada de pelos, bajo una mirada fija, consciente pero indecisa, pues no sabe si seguir escribiendo o escapar a esa cala que tanto busco entre tanto cambio de tiempo. Hoy la isla parece más ambigua que de costumbre, desde mi habitación el sol parece esconderse para después salir y por ello el día no parece día ni tampoco noche; la magia de vivir bajo el muro del atardecer da paso a continuos relatos que cambian con el paso del tiempo.


El compañero me ha dicho que el Casero tenía que venir hoy sabado a tomar medidas para poner un toldo en esa galería que no es terraza. Adios a esas gotas de esperanza que mojan nuestra ropa tendida, adios a la virtud convertida en agua que desde arriba nuestro vecino el “Sudaquilla del Cuarto” nos obsequia todos los días. Las mañanas, las tardes, un continuo goteo de perseverancia y humanidad por parte de la figura más insigne de esta comunidad de propietarios. Quizás por eso un extraño número quedó reflejado en mi teléfono, totalmente desconocido en esa memoria grabada en un móvil que ha conseguido sobrevivir a todo tipo de actualizaciones por parte de su querida empresa, la multinacional NOKIA. Ni BlueTooth ni ostias, ahí está fiel a su estilo rudo y sencillo, con su armadura azul y sus desgastadas teclas ha podido con cualquier otro inalambrico. Pues todos han fallecido en mis manos, sólo este gran héroe parece no desfallecer en ese intento encarnado en continuos visos de penitencia, que es tenerme como propietario.
Ayer llamé al Casero, si es de él este número, traicionando esa idea de no llamar a números extraños, una idea que no lleva a ningún sitio salvo a un circulo sin retorno, todo ello para encontrar como única respuesta la de un buzón que tiene voz pero no parece tener voto. No dejé ni un mensaje pues no sabía con quien estaba hablando, con un buzón al que no tengo el gusto de conocer, con un Casero al que doy gracias a Dios por no conocer, con un extraño de carácter ibicenco, con un extraño de cualquier parte del mundo y que como cualquier extraño sientes que es alguien alejado de ti mismo, o incluso yendo más allá podría ser hasta yo mismo en busca de una respuesta a ese interrogante que supone no contestar a teléfonos no tan desconocidos. Pero hoy no me ha llamado nadie salvo un compañero de trabajo con el que tomar unas copas aquí en Ibiza; nada se de ese número de teléfono tan desconocido como extraño.

Sigo escribiendo, robando horas de playa, pues todavía el sol parece cumplir alguna de sus tareas, aunque se esconda victima de una timidez incomprendida por miles de turistas que sólo miran por ellos mismos sin percartarse que el sol también tiene necesidades, también es victima de sus fantasmas y en ocasiones se esconde, pues no tiene bastante con la fría noche para recuperarse. Escucho música electrónica, aunque también podría escuchar heavy e incluso el grunge que jamás olvidaré. Pero yo sólo se que de Ibiza recordaré a Tom Waits, ni el house de la puta Pachá, ni el rock de todos esos garitos tan escondidos, ni tan siquiera ese simulacro de concierto, porque aquí descubrí a Tom Waits, aquí descubrí a un puto genio.

Papeo lo primero que pillo, bajo un frigorífico lleno a costa de una cartera algo más vacía, consecuencia de un cada vez más humilde sueldo, pero tengo donde elegir y eso es bueno. No todos cuentan con ese lujo, en una puta isla plagada por la exclusividad y el derroche. Enormes yates, coches exclusivos, tumbonas de serie, ropa única … todo para ser un único gilipollas que se distinga de los demás. Algo admirable desde el punto de vista didactico o eso mismo parece desprenderse en esa lucha de egos que sólo busca la victoria de la gilpollez sobre la cordura. La apariencia es lo que cuenta, aunque todos caguemos de igual manera pues del cagar nadie se escapa, ni siquiera el Rey, ni tan siquiera el Papa.
Una chuleta de cerdo a la plancha, también un filete de ternera o bistec como lo llaman los “buenos”, esa es la parrillada de carne que se va a zampar un humilde carabanchelero. De postre todo un lujo, al menos por el precio, un DANISIMO cuya cotización como todo lo demás sube como el oro en esta puta isla de mierda.

Me dirijo al garaje para recoger el “OLO” y con él volver la espalda al mundo para alejarme por unos minutos, convertidos en unas horas por las corren esos inquietos segundos. Me dirijo a Cala San Vicente, posiblemente en el culo del mundo pues que hay más allá sino el Abismo de Hell con sus hordas de Orcos.
Tengo suerte pues la casualidad me hace sortear los acostumbrados atascos formados por tres y a lo sumo cuatro coches. La minoría adquiere protagonismo en esta carretera hacia Santa Eulalia, dirección San Carlos, pues cualquierea con un mínimo de conocimiento al volante se siente capaz de marcar el ritmo de todo el tráfico rodado en esta insignificante isla. Escucho IBIZA SÓNICA con una devoción inversamente proporcional a mis comentarios sobre esta puta isla de mierda. Ojalá pudiera escuchar esa emisora en cualquier parte y no sólo cuando estoy en Ibiza en manos de este coche. Ojalá me pudiera llevar su música a la peninsula, a Madrid, al barrio…
Al llegar a la playa me tumbo sobre la esterilla, nada de toalla, pues la utilizo a modo de improvisada almohada. Detrás de mío una pareja utiliza una silla plegable en miniatura para apoyar su cabeza, hay que ver con lo que es capaz de contentarnos esta irónica economía de mercado.
Me siento, me tumbo y miro ese sol que perdió su rumbo cuando decidió trasladarse a este codiciado islote, aunque quizás las circunstancias le obligaron y se sienta como un soldado en un simulacro, como un testigo atormentado tras una falsa declaración, como un ratón que da vueltas sobre un laberinto sin encontrar la salida, o quizás como es mi caso sólo sea una prueba más para ver si de una vez por todas soy capaz de convivir sólo, yo y mis fantasmas sentados frente a frente en una habitación tan fría como cualquier alma, separados por una mesa, sin intermediarios, ni jueces, ni parte, pues no hay que dictar sentencia sólo hacer frente a las posibles consecuencias.
Me monto en el “OLO” y doy por terminado mi día de playa, el poco a poco en horario de tarde me hace soñar con una dudosa valentía, pues exponerme al sol sin embadurnarme con ese protector del 40 no es más que otra de mis fechorías, sobre todo cuando el sol parece pasar de todos nosotros, en estas horas en las que da por finalizada su dura jornada de trabajo.
CENA.- Ensalada de pasta. Otra sencilla cena para paliar los efectos de la dura batalla, un merecido descanso echado en la cama y un capítulo más de lectura antes de conciliar el sueño y pasar página en un día cargado de socilización ibicenca.

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