10-05-10

10/05/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Tras salir del curro después de hacer noche, me doy un baño rápido, pues lo que gano de tiempo en aparcar el coche en el garaje lo pierdo viniendo hacia aquí. Casi diez minutos desde la plaza. Pero lo prefiero, pues no tengo ganas de firmar ningún contrato con estos ibicencos, no quiere que mi nombre se vea reflejado en un papel nacido en esta puta isla de mierda. Escapo de la sociedad ibicenca como escapo de mi mismo. Un acuerdo verbal con una compañera de trabajo es suficiente para aparcar el “OLO” en un lugar que no se si es seguro, pero al menos es un lugar que aunque distante me permite desterrar esa continua agonía que provoca la espera por encontrar aparcamiento. Una lucha que cuanto más avanza el verano más cruel y despiadada es y que yo por primera vez en mi vida la veo sentado, sin participar en ella. Orgulloso de mi neutralidad no me importa andar y andar hasta casa, el tiempo es subjetivo, pienso. Sólo a primera hora de la mañana, cuando voy a currar, cierto malestar se apodera de mi, pero mi afán por encontrar la felicidad, me hace ser positivo, por eso digo “me viene bien, así me espabilo”. Y llevo unos días que no soy un sonámbulo en el trabajo, tampoco soy un hombre despierto, pero si un punto medio. Alejado de los extremos abrazo el conservadurismo por una vez en la vida, ¿felicidad ibicenca?, que cojones va a ser eso, simplemente que cansado de andar hasta la plaza de garaje, no tengo ganas de protestar. Una vez descansado mi cuerpo retorna a sus orígenes, las partículas ibicencas chocan en mi pero no se impregnan, ni las negativas pues a esas ya las tengo pilladas, porque cuando yo me quejo, me quejo, no necesito de esa magia ibicenca.
El garaje parece ya arreglado, el suelo aunque sigue levantado es más seguro para las ruedas de los numerosos coches que pueblan este ansiado espacio. Las alcantarillas han sido tapadas, no en plan profesional, pues yo diría que se acercan más al arte de la chapuza que a cualquier obra de Miguel Angel, pero al menos se puede rodar con un mínimo de seguridad. Una de las puertas suele permanecer abierta, no lo entiendo, máxime cuando contamos con una llave para abrirlas, pero yo no tengo esa capacidad de razonar que tienen los ibicencos, el raciocinio ibicenco, ya famoso desde el medievo, tan singular como tremendo, sobrepasaría las fronteras si supiera navegar, volar o cualquier acción que le permitiera extenderse más allá de la puta isla de mierda. Pero no puede, limitado a este pedazo de tierra, todo en uno se concentra y aquellos que así nos llamamos extranjeros, nos sorprendemos porque no sabemos. Nos sentimos inferiores ante el “Saber Ibicenco”.
He invitado a comer a los compañeros de trabajo, por lo que tengo que hacer unas compras de última hora, unos entrecot, pan tostado para los entrantes, patatas fritas aceitunas, vino, cerveza, pan de molde para los canapes … y demás historias que den vidilla a una reunión que tiene todo menos laboral. Camino del HiperCentro me encuentro con el “Tio sin camiseta”, sigue con su pantalón de chandal gris y sus zapatillas de deporte, pues es fiel a sus orígenes, es fiel al uniforme ibicenco. El mito ha vuelto, imperecedero al paso del tiempo, camina a toda prisa por la calle sin sentir el frío, disfrutando del momento, cargado de bolsas tras dar por terminada su compra diaria se mezcla entre las demás personas.
Antes de que vengan los compañeros preparo la mesa, primero los platos de chorizo, jamón, salmón con queso sobre pan tostado, patatas fritas, aceitunas … después los vasos y cubiertos junto con el vino y la cerveza, también las servilletas … todo correcto. Sin mirar la presentación coloco el pan sobre otra mesa, mientras con el sonido de los deportes en televisión intento no dormirme mientras espero de pie el sonido de ese timbre que hay en la puerta. La noche ha sido dura en el curro, sin dormir estoy por culpa del “UNO”, un juego de cartas de lo más original que nos tiene enganchado a toda la tropa de currelas. Nos jugábamos los cafés, así que ¡¡¡a darlo todo!!!. Después un MONOPOLY … así toda la noche. Por eso los ojos se cierran, sin embargo aguanto
de pie, recto como una vela, esperando el milagroso sonido de timbre de la puerta.
Por fin comienza la comida, tras enseñarles la casa, un ritual del que ando algo corto, pues nunca he tenido casa, ni casa tengo; pues esta la considero como un préstamo, o más bien un alquiler. Aunque pensándolo todo es un préstamo. Un préstamo si la compras pues si de alguien es la casa es de los bancos. Un préstamo si vives bajo un alquiler, pues si de alguien es la casa, como ocurre conmigo, es del puto casero de mierda. Pero todo es prestado. Tu propia vida es un préstamo que pagas con intereses cada vez más altos, una vez que no puedes hacerles frente mueres y a tomar por culo. Así de fácil. Vivimos de prestado, pues no tenemos cuenta ilimitada, haz muchas gilipolleces y ya verás.
Nunca he sido de los que me gusta ir a ver casas, pues si acaso algo tiene fundamento en esta vida, no creo que sea pavonearte de tu puñetera casa prestada. Pero esa no es mi intención pues lo que busco es papear todos juntos y echarnos unas risas. Algo que puede parecer imposible viendo el panorama de precios ibicenco. O comes comida en casa o comes mierda fuera. Aparte siempre es mejor comer en un lugar más familiar con tu grupo de gente que en otro lugar rodeado de extraños. Siempre hay un gilipollas en el mundo, en cualquier parte y lugar, ya haga frío o calor, sea de noche o de día, pues nada les retiene; busca tu gilipollas y lo encontrarás cuando menos te lo esperas. Aparte también esta intimidad permite meterte con quien te salga los cojones, pues nada va a salir de estas cuatro paredes; nos reímos, hablamos y si es posible un lingotazo de licor de hierbas. La comida se alarga hasta las 18:00, el café ha sido como un elixir para mí, y de algún modo posibilita que recobre algo de fuerzas, las suficientes para quitar la mesa, fregar los platos y meterlos en el lavavajillas, barrer y fregar los suelos y escribir una vez más en el portátil un capítulo más del jodido “Diario de un ibicenco”.
A las 20:00 me acerco a “La Mariana” para hablar con los colegas del curro, como si no hubiéramos hablado suficiente, continuamos la conversación. No es continuación de nada pues no hubo punto y aparte. Así somos los funcionarios, hablamos, hablamos y hablamos … y de vez en cuando trabajamos. Como agradecimiento a nuestra labor de reactivación económica a los comercios ibicencos, la nueva chica de La Mariana, algo despistada por cierto, nos lleva una minúscula rebanada de pan impregnada de un extraño paté a repartir entre los cuatro integrantes de la mesa. O eso pienso yo, puesto que tras pedir tres cañas y un zumo de naranja, creo sólo creo que somos cuatro los que poblamos la mesa. Sin embargo o el paté ese debe ser la ostia en verso o se sigue el lema divide y vencerás. Lastima no tener cartas para jugarnos quien se comerá tan ansiado manjar.
De llegada a casa una cena ligera, que menos tras confirmar como mi estómago simula una bomba a presión. La lechuga entra en el estómago tímidamente, sin llamar la atención, nada de florituras, pues con un saludo basta. Con la esperanza que todo siga su cauce y cuando cague no sea victima del derroche me acuesto esperando un nuevo día en estas putas tierras ibicencas. Pues mis ojos se cierran cada vez más, ni leer puedo.

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