16-03-10

16/03/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Las palomas han sustituido a las gaviotas, adueñandose de la apreciada azotea, un punto estratégico dentro del horizonte ibicenco. Cuatro voluntarias realizan tareas de vigilancia, hinchan sus cuellos desafiando a cualquier ave peregrina que sobrevuela los alrededores. La azotea es de las palomas, todos lo saben, incluso el vecino del sexto, que huye de cualquier confrontación con un toldo en el que se esconde de estas devoradoras aves. El sol se oculta entre las nubes, permanece neutral a las innumerables amenazas. Se acerca una nueva disputa, una compañera ha sufrido una ofensa en forma de pitido, ha traspasado la frontera y una furgoneta se lo ha hecho saber. Rápidamente es socorrida por sus colegas que la escoltan hacia su cuartel general. En el “Patio de la Muerte” sufre la mayor de las reprimendas, rodeada por ocho, nueve e incluso diez palomas forman un circulo que la aleja de cualquier auxilio. Nuestra insensata amiga asiente con la cabeza, cualquier sublevación en el “Patio de la Muerte”, trae consigo los más horribles castigos. Un patio gobernado por el caos, donde la falta de ética es habitual, todo es excesivo, todo raya la inmoralidad, pero así es este regimen implantado por el ave más cruel que recuerda esta isla. Entre despojos de ropa, calzado y mierda de paloma se levanta un imperio cimentado en un insufrible control de toda actividad aérea. Cualquier ave debe sufrir un riguroso peaje, pues todo está permitido con el fin de mantener la supremacía de estas sanguinarias palomas. Su número como su ambición cada vez se hace mayor, mano dura y sin contemplaciones es su lema. Sobre la azotea dos palomas se cruzan sobre sus pasos, hacen guardia mientras mueven su cuello de arriba abajo, como si ellas mismas se autoconvenciesen de su liderazgo. Al fondo el Consejo está reunido, los grandes patriarcas fijan la estrategia a seguir, el mundo puede estar en peligro pues la isla ya lo está. Salgo a la ventana y hago una foto con el movil, no muy nítida pero suficiente, debo denunciar esta conspiración, espero no me hayan visto, pues la isla puede llegar a ser grande y las calles oscuras, muy oscuras. Todo está documentado y listo para enviar a un lugar seguro si mi vida pendiese de un hilo. El café se ha quedado frío y mis galletas Chips and hoy, no tienen su sabor habitual. Sobre una persiana a medio bajar, escrito a lápiz el nombre de NURIA me llama la atención, una antigua inquilina deseosa de ser inmortalizada, quizás otra victima de las palomas, victima de su coraje. Su espíritu posiblemente siga vivo y me de ánimos para denunciar a esta ave rapaz cuya tiranía no conoce límites. Que habrá sido de esa Nuria, quizás estrenó el colchón en una noche de pasión, una estudiante, una juerguista, no dormía porque no quería, quizás algo la inquietaba, acaso su espíritu no continúa vivo. Así lo quería ella cuando escribió su nombre sobre la persiana y será recordado. Las palomas parecen saberlo todo de ella, asienten todo el rato pero no parecen decir la verdad, pues algo esconden. Nuria guardaría sus calcetines en estos desgastados cajones, leería, se cambiaría de ropa, todo bajo la atenta mirada de las palomas, una vigilancia sin descanso, por eso lo saben todo sobre ella. Son peligrosas estas palomas; ahora dos de ellas pelean, como gladiadores escapan de una deshonrosa derrota; encima de una tarima decenas de palomas cagan y escuchan los gemidos de una solitaria gaviota. Se sienten superiores son dueñas del cielo, por eso ríen y gritan; su victoria las ha convertido en más salvajes si cabe. El cielo repleto de nubes, no tiene el color del cielo, no vierte esperanza sólo dolor cuando mira con sus ojos la impunidad con que actúa esta mísera ave. La vecina del segundo comienza a tirarles migas de pan y con ello se produce una desvandada en busca del ansiado alimento. Pican el anzuelo dejando el “Patio de la Muerte” desguarnecido, adios a cualquier estrategia, perdiendo su ansiada posición. Hemos encontrado su talón de Aquiles, la tiranía de la paloma ha llegado a su fin; como diría un fan de “Amanece que no es poco” son SERES PRIMARIOS. Su superioridad ha dejado de ser un factor determinante. La noticia corre por toda la isla, todos lo saben … lo sabe el frutero, el pastelero, el caniche de la esquina y las demás aves, todas las aves de la isla ya lo conocen. Migas de pan, pequeños pedazos de pan duro y las “jodidas” palomas serán derrotadas. Y su castigo será ejemplarizante.
El descuído ha recorrido cada habitación de la casa, sobre la cocina decenas de moscas sobrevuelan los grasientos platos, se dan un festín con la grasa del pollo, se pelean por las pepitas del melón e incluso son capaces de sobrevolar el fregadero en busca de las migajas perdidas. Moscas rojas, rojas de la sangre de todos aquellos que fueron victimas de la pereza, centenares de moscas que respiran ese estupor y ese abandono que domina cada habitación; la propia mesa del comedor atraída por la envidia hace acto de presencia atrayendo un númeroso grupo de mosquitos, mas lentos, torpes incluso en su vuelo, a consecuencia de un estomago lleno de restos de arroz con tomate, carne y migas de pastel. Sin embargo no parecen saciados cuando sobre los pedazos de pan integral se produce un continuo bacanal. Algunos piden clemencia, incluso su muerte como muestra de sacrificio a tal horrenda visión, pues no tienen la fuerza necesaria para hacer frente a ese impulso que les obliga a atacar las numerosas sobras que rellenan los platos.
Retiro dichos platos, no sin antes aplicar “CASA JARDÍN”, y en el suspiro que dura la ráfaga del salvador insecticida decenas y decenas de mosquitos caen victima del veneno que se extrae de esta arma mortal. Despistados mosquitos que no oyeron mis pisadas, inconscientes insectos que perdieron ese instinto primario, el de la supervivencia, que les hace fuerte y les permite sobrevivir en un mundo en el que ellos no son los dominadores, ni son los más grandes, ni los más fuertes, pero si los más hábiles. Y perdieron eso, su inteligencia, su capacidad de estar alerta. Fueron presa de sus propios instintos primaros, la locura de la ambición llevó a muchos de ellos a la muerte. Mientras otros sobrevuelan el pasillo, heridos, pero aún así más muertos que vivos, ellos aún lo desconocen por eso buscan desesperadamente un inexistente auxilio.
El fregadero sufre el colapso lógico de millones de platos, tarteras y vasos, todos necesitan mi ayuda, sólo un voluntario en misión humanitaria y ese soy yo. Agua caliente para un reconfortante remojo, la roña comienza a separarse de la vajilla, mientras el agua sufre una simbiosis más que sugerente. El agua cada vez más espesa desprende un hedor que parece alcanzar todo el edificio, el olor es tan fuerte que incluso hace retroceder a los polipos de mi nariz. Hoy he conocido el olor de la mierda, se ha presentado, pero yo he tenido arrestos y le he plantado cara; soy victima de mis pecados, de la pereza y esta es mi penitencia. El hedor es insufrible pero no me doy por vencido, mi arma un estropajo, mi aliado un jabón cada vez más vacío y un agua que cada vez es menos agua. Sobre el fregadero, una figura grasienta, me habla y grita, llama a sus hordas, sabe que su fin está cerca y lanza toda clase de improperios. No me doy por vencido. Estoy cansado, con la reserva de RED BULL acabada, mis brazos fatigados, pero mi enemígo grasiento sabe que su final está cerca, agua caliente, más bien ardiendo. Cada vez menos vasos, menos cacharros, el horizonte parece despejado, sin embargo nuestra figura grasienta no accede a una honorable rendición. No desea ser victima de la derrota, permanece inmóvil defendiendo la posición, tiene el sumidero, sin embargo se resiste a escapar. Sabe que morirá, que alargar el sufrimiento es inútil y por fín huye por un minusculo sumidero, una tubería que se tambalea, incluso mueve la estructura general del edificio. Pero conseguimos hacerla retroceder. Ahora el desembarco es un éxito. Turno para los carros de combate, no debe quedar ni una mínima resistencia. Paso el testigo al lavavajillas, sus ordenes son claras sin piedad con la mierda. La moral es alta, todo va sobre ruedas; recobro las fuerzas y los suelos no suponen gran problema, pequeños grupos que quieren hacerse notar, pero nada reseñable. La roña huye y huye.



Paseíto a “La Canela”, orgulloso de mi labor ibicenca, victoria sobre la pereza y victoria sobre las palomas, todos sus abusos han visto la luz, una luz de la que el sol comienza a presumir; el verano llama a la puerta, la cuenta atrás para mi primer día de playa, mi primer chapuzón y mi primer moreno ibicenco.
Partidita al Monopoly con el portatil, el muy cabrón me hace trampas, si lo sabré yo. Pero me hago el tonto ya le pillaré por banda.

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