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05/07/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)

Tras la tempestad viene la calma, si es que se puede llamar así a esta solana que aprieta y si me apuras ahoga. Sin embargo el verano tiene que ser caluroso y si no lo es escaparía de todo aquello por lo que se le distingue. De la monotonía del calor, de la distancia prudencial al sol, de atravesar sudando las calles, de cruzar la esquina con el sofoco y el bochorno, de un sol que no descansa hasta bien entrada la tarde. Eso es el verano con el que siempre he estado conviviendo.
Es cierto que ayer hizo un día envidiable con ese aire que refrescaba el espíritu más acalorado, sin embargo todo fue una comedia, un agradable engaño pues la humedad seguía ahí, impregnandose hasta extremos insospechados, provocando un sorprendente sudor que atravesaba fielmente tu desengaño.Posiblemente esté acostumbrado a los continuos contrastes, al abrasador verano y al invierno helado. Pues soy de Madrid, todavía y por siempre, y allí se lleva eso, los extremos ahora te jodes sudando que luega te tocará joderte, pero tiritando. Y es por eso que no concibo un verano sin calor ni un invierno que no sea frío.

Hoy toca ir a Cala Sarraca , y por consiguiente luchar contra la frustración encarnada esas decepcionantes medusas que pueblan las aguas que rodean esta puta isla. Pues posiblemente haya alguna, agazapada entre las piedras o en medio del mar abierto, da igual donde se encuentren pues cada vez menos héroes les hacen frente. Parece ser que los atunes cayeron victima de la crueldad de los hombres y las tortugas, pues son tortugas, lentas escondidas dentro de su caparazón no afrontan sus problemas y tras descender en número por la pesca indiscriminada, ya no son un enemigo a tener en cuenta para estas medusas que acuden a las costas como si de una plaga se tratase. Por eso tras levantarme tarde echo en falta ese sacamedusas que me haga tomar partido en esta guerra anti-medusas, pues ahí donde las ves tan hipnotizantes, transparentes y elegantes destilan su propia “belleza”, atacandote cuando menos te lo esperas, pues si algo tengo claro es que como te pillen por banda te dejan fino por no decir bien jodido.
Por eso me he comprometido a hacer un frente común en contra de estas medusas tan engañosas como decepcionantes. Una actuación que esconde la impotencia más desesperante, pues luchar en contra de la pesca indiscriminada de atunes y tortugas parece ya una misión más que imposible.

En fin, que tras cerciorarme que son casi la una del mediodía, decido comer medio pollo asado y quitarme ese embrollo de cocinar, limpiar y fregar que puede llegar a ser más que extenuante cuando compartes piso con alguien. Pues a veces el Ministerio de Sanidad e Higiene no es más que un niño juguetón que lo único que hace es chincharte, sobre todo si cada vez que cocinas y comes tienes que vigilar que no caiga ninguna miga al suelo, que la mesa no se descuadre, que la pelusilla no se haga fuerte en el suelo, que el fregadero quede impoluto sin un pobre plato que enturbie su grandiosa soledad, que la silla no choque con la puerta quedando pegada junto a la mesa, en resumen que la cocina quede como estaba antes, una norma no escrita que parece ser básica en los mandamientos del saber convivir con alguien.

Por tanto me voy al bar que está en Isidoro Macabich, en pro de unos pollos que todavía no he probado y que espero no estén muy grasientos, pues mi tripa sigue medio escondida, no se si por timidez o porque esté conspirando para dar el golpe de estado definitivo por el cual se quede en la poltrona por siempre jamás. De camino veo a un compañero de trabajo, un jerezano que antes vivía en Cala de Bou y ahora se ha trasladado a Ibiza Centro. Nos tomamos unas cañas, pues que van a hacer dos funcionarios sino reactivar estos comercios ibicencos todavía desnutridos de solidarios turistas.

- ¿Vamos el martes al Pacha a la fiesta del Flower Power? – le comento mientras espero esa tapita que en Ibiza vive escondida entre los más tristes recuerdos.
- No puedo quillo, el martes hay que ir a ver al “Carco” el mejor dj que hay ahora- ¿Y dónde va ese tio? – le comento extrañado por no saber quien es ese tio que parece ser tan bueno pinchando, pues sin duda aquí sería la ostia en verso ya que si algo falta en las mesas son un pincho de patatas, de aceitunas ... de lo que sea pero un pinchito joder.
- A la Space va todos los martes hermano, tiene zu fiesta propia fiezta la “revolusión”- me dice, mientras levanta la mano pidiendo unas aceitunas, pues como dice él “coño, que al menos nos pongas unas olivas, no te jode”

Y mientras me zampo un pepinillo en vinagre me doy cuenta como un funcionario venido desde Cala de Bou ha conseguido romper esa cruel tradición de no dar al cliente ni un puto pincho, sólo levantando la mano, sin ni siquiera un silbido; así mientras mastico tranquilamente ese minusculo pepinillo, la curiosidad me hace despertar de ese sonambulismo a veces tan envidiable, pues si ha habido alguien capaz de arrancar del corazón de estos fríos habitantes unas aceitunas, unos pepinillos y unas cebolletas en vinagre quizás se justifique una breve escucha del “Carco” o el Carl Cox o como se llame el tio ese que según los entendidos hace arte, pero que para mi es como dar golpes a una lata y de vez en cuando mostrar una melodía robada del talento que tienen otros para componer eso que llaman música.

Pasadas las tres salimos para Cala Sarraca, “Los Profesionales de la Playa”, un compañero de León y este que escribe cada día con menos tiempo este diario. Tras llegar pasadas las cuatro el sol sigue dale que te pego, jodiendo y quemando, quemando y jodiendo, da igual pues el resultado es ese moreno que para unos son quemaduras en tercer grado, para otros es vivir bajo la ocupación más absoluta pues todo es efímero, para otros es un suplicio pues del blanco al negro todo es calor y más calor, para otros es una metamorfosis improvisada del blanco al rojo olvidando el negro, también los hay que no tienen reparos en exponer su cuerpo, los hay que no se bañan y si lo hacen sólo es un trámite por el que hay que pasar antes de llegar al negro, también los hay que luchan por ello buscando un privilegiado sitio dentro del clan del moreno, los hay que se esconden en una sombrilla y sufren por ello pues no son lo suficientemente valientes o lo suficientemente insensatos, e incluso los hay que ya vienen morenos por el color de su piel o por esa máquina tan controvertida que parece verter una especie de rayos llamados uva.
No se si me faltan algunos, si me faltan pues ahí se quedan tomando el sol o escondidos bajo la sombra de sus pensamientos.Tras hacer algo de Snorkel una gran idea vuela sobre el ambiente, alquilar una barca a pedales para adentrarnos en mar adentro. Y es entonces cuando disfrutamos de lo lindo simplemente con eso, pues no nos hace falta el motor de una zodiak, ni un traje de submarinismo, ni siquiera un yate, ni un barco anclado junto a una mansión plagada de vasijas y dinero para que las risas vuelen sobre las cristalinas aguas y transmitan un envidiable eco sobre las continuas bandadas de peces.
Y el tiempo parece detenerse cuando cruelmente corre sin sentir un mínimo de respeto por ese agradable momento, pues aunque nos alejemos para que ese instante se haga eterno al final el reloj marca la hora de volver a tierra, sin que ello suponga una decepción pues rápidamente se busca otro día que nos permita vivir de nuevo todo aquello.

Antes de llegar a casa decido correr por el puerto reviviendo mis orígenes. Fiel al trote cochinero, de fondo algo de The Cure, con la sensación de que sería conveniente cambiar la música que continúa almacenada en el reproductor. Quizás algún día tenga tiempo, aunque la frase adecuada sería, quizás algún me ponga a ello.
Sin embargo no se que quitar pues cada canción significa algo y cada melodía es apetecible en distintos momentos; me entran dudas pues quitar una canción o un grupo significa robarme algo que ha sido mío, significa no ser agradecido, ser cruel y despiadado pues todas ellas me recuerdan algo. Y es entonces cuando tengo la sensación de estar haciendo algo ingrato, pues no quiero olvidar, no quiero sentarme y sólo ver el presente sin nada más que ronde mis pensamientos.
La carrera comienza mal, las piernas pesan y con ello mi confianza, pero no pierdo nada, pues en ocasiones es más facil contentarte tras un inicial desconcierto; con el tiempo y la velocidad adecuada el cuerpo aguanta, a un ritmo lento, pero a quien le importa eso. El calor me agota aún más pero el truco es dejarse llevar, seguir las directrices del sonambulo ibicenco, por fin algo de ayuda por parte de los astros, por parte de esas primeras horas soñolientas con un alma todavía en sueños.
El esfuerzo y el sudor se mezclan mientras mi respiración deja de ser eso, inspiración y espiración pausada y serena. Y por fin llego a esa meta imaginaria que supone creer que he superado los casi cinco kilómetros, posiblemente no lo haya conseguido pues hace tiempo dejé anclado ese GPS que me hacía separar lo que era realidad de lo que era un sueño.

De vuelta a casa una ducha y esa ensalada que domina mis cenas, hoy lejos de su papel de solista luce acompañada por unas rodajas de lomo ahumado y algo de jamón cocido. Todo fácilmente digerible como es este libro que por la noche ocupa mi tiempo, “Animal Tropical” de Pedro Juan Gutiérrez, pues sólo unos minutos son suficientes para que llegue el sueño y caiga en doma, nunca rendido.

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