18-05-10

18/05/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Son las dos y media de la mañana y estoy cagando sentado sobre el retrete, con los ojos cerrados aún con la vista al frente. Agacho la cabeza y bajo la oscuridad observo como una especie de chinches rodean el suelo del baño, no puede ser; todo escapa de esta casa, incluso hasta los recuerdos, pero las hormigas, los putos mosquitos y esta especie de insectos alargados y de gran tamaño continúan ahí. Siguen ahí de frente, desafiándome mientras cago, no se que son, me dijeron su nombre, yo las llamo chinchen, pues no hacen mas que joderme, más que chincharme. Son casi las tres de la mañana y con cagar ya tengo bastante, sin embargo las chinches siguen ahí. Una de ellas es muy rápida, con su cuerpo alargado y sus más de cien patas sortean el hasta entonces limpio suelo a una velocidad que resulta vertiginosa. Cubro mis dedos con papel higiénico e intento aplastar una, pero ni puedo, medio dormido sin reflejos de ningún tipo, esta escapa de su cruel destino. Por fin la atrapo y casi caigo del retrete, sorteo un momento trágico con un amago de caída, sin embargo la atrapo. Ella y su compañera son restos aplastados, tripas, corazón si lo tuvieran son gachas, simulan una papilla, que junto a la otra algo menos deshecha toman rumbo al más alla, donde desemboca toda la mierda ibicenca.
Vuelvo a la cama, apago la luz y espero que el estómago sea considerado conmigo, pues sólo quiero dormir, ni siquiera exijo sueños.
Me levanto con un bonito sol justo frente a mi ventana, el reloj marca las diez y media, una hora perfecta. Ayer no puse el despertador y mi ánimo, mi organismo y quien coño quiera que sea, se ha despertado sin problemas. El libre albedrío en ocasiones funciona, hay que dar vidilla aunque en ocasiones podamos pecar de confianza. Hoy no ha sido el caso, el organismo ha dado muestras de ser una maquinaria casi perfecta. Casi digo yo, pues su continuo afan por cagar produce en mi cierta ambigüedad, pues tanto no se puede cagar. Como no se cuando terminaré me llevo un libro de Bukowski, cagar puede ser entretenido con la lectura de un buen libro. Sobre las baldosas restos de insectos, de las putas chinches todavía quedan pedazos de su cuerpo. Tras cagar sigo escribiendo mi diario, aún quedan días sueltos que espero terminar, estoy ansioso por colgarlo en el Facebook, sin embargo no deseo que esto se convierta en un trabajo, en una obligación, pues si no perdería su encanto.
Es tarde y tengo que recargar la despensa, sin embargo el mes de mayo se presenta canino, mucho gastos, quizás demasiados y todavía queda bastante para su final; espero junio como agua de mayo, la extraordinaria es mi salvación.
Bajo al Eroski, estoy cansado del puto Eroski; los mismos productos una y otra vez, las mismas marcas con diferentes precios; es el precio a mi pereza, cada vez más alto y cada vez lo soporto menos. Acudo al Eroski porque es lo que más cerca que me pilla, no contrasto, ni siquiera pienso. Odio las compras, odio mirar continuamente los precios, sin embargo no paro de mirar a las cajeras, no continuamente pero casi. Mi vida es una dualidad que huye de los contrastes, pero no por ello dejo de fijarme en lo que merece la pena.
Me he traído una mini paellera de Madrid, por lo que decido en un acto de valentía fuera de toda duda, comer una paella. Una paella a mi manera. Con una fritura de cebolla, ajo, pechuga de pavo y patatas. Para posteriormente rociar todo con una vaso de agua y media pastilla de pollo de Gallina Blanca. Es entonces cuando echo el arroz y los pimientos de lata. Todo se cuece a fuego lento y todo parece perfecto. Quizás me haya pasado con el aceite, sin embargo cuando lo pruebo parece estar bueno. Lo flipo en colores pues de vez en cuando tengo mis momentos.
Tras comerme el arroz queda lo más difícil, esa limpieza que por momentos hasta los huevos me tiene. La mini sartén o mini paellera tiene restos de comida pegada, los suelos quedan sucios y los fuegos mantienen restos de comida por todos lados. Ojala estuviera solo, pues lo dejaría y me iría a la playa, pero no tengo ganas de escuchar más monólogos sobre limpieza, pues el hecho de que el compañero de piso esté enfrascado en un extenuante estudio provoca que sus monólogos sean menos originales a lo que estamos acostumbrados. Por eso limpio una vez más, sin miramientos. En fin, otros minutos perdidos que ya casi alcanzan la media hora cuando finalizo con el consabido fregado del suelo de la cocina.
Tras ponerme el bañador y dar un repaso a la bolsa playera, pillo el “OLO” y me planto en lo que antes era CALA TARIDA, pues ahora sólo es una playa tomada por las tumbonas y al mando de estas el dueño del chiringo más cercano. Por cada surco, por cada ladera, más y más tumbonas sobre la arena. Tres chiringuitos se alzan sobre la cala, ellos se reparten la tierra, los demás jugamos con las migajas. No hay disputas, ni guerras, pues somos participes de un cruel juego en el que todos luchamos por un pedacito de arena. Miro a mi alrededor y no encuentro la magia de antaño, nada queda en la belleza del paisaje que plantea la naturaleza, pues no hay nadie como el hombre para joder cualquier ecosistema. Después de mucho andar encuentro un sitio para dejar la toalla, una zona neutral, justo frente a una modelo rubia a la que hacen fotos mientras posa junto a la orilla. Es original en sus posturas, de pie, tumbada, de rodillas … se levanta y mira a la cámara mostrando una media sonrisa. Sería no decir nada, si cuento que la chica rubia es muy guapa, con un bikini a cuadros muestra la mayor parte de su cuerpo. Observo el mar y observo a la rubia, de pelo liso casi largo, con una cara bonita pero algo inexpresiva, posiblemente sea alemana, por su forma de hablar, por su sonrisa forzada … me gustaría hacerla reir para no verla con esa alegría autoimpuesta.
Me tumbo de espaldas pero la rubia me llama, no se como pues ni grita, ni tampoco habla, sin embargo la observo a través de mis gafas, como se toca el pelo, como se da la vuelta una y otra vez mientras busca una mirada, la cámara la adora yo también lo haría, si no fuera cierto que esconde su sonrisa sincera bajo esa cara, bajo ese cuerpo sin curvas exageradas; sólo un fotógrafo y una fotógrafa parecen captar sus emociones, por eso la dan instrucciones, la piden que se muestre tal y como ella es, mientras ella sonríe sin saber por qué.
La rubia me cansa, la novedad pierde la belleza de la espontaneidad y las continuas poses comienzan a perder su interés, me tumbo sobre la toalla y leo “La Maquina de Follar”, nuevamente la ironía del destino se cierne sobre mi en forma de cruda novela.
Tras leer dos capítulos vuelvo con la rubia, ahora dentro del agua sigue con sus poses, sin miedo a las numerosas medusas que flotan sobre el agua; yo la observo no se si con admiración o con pena, pues no creo que merezca tanto ser modelo;
Unos minutos de descanso y la rubia habla con una amiga, también como ella de origen alemán, con pelo largo y rubio, algo ondulado, delgada con largas piernas y piel muy blanca, la escucha mientras guarda un libro dentro de una bolsa.
Yo me voy para casa pues ya he visto bastante, he quedado con unos compañeros de curro en CAN FRIENDS y quiero ver a mi “colega” Russell Crowe en Nottingham, una nueva versión de Robin Hood.
Tras tomarme un café con leche y darme un refrescante baño salgo disparado con dirección a los cines de Vara de Rey, no sin antes oir la voz de mi compañero de piso desde el baño mientras estoy cagando. Con la puerta cerrada se pierden sus palabras pero yo asiento, le digo si, que estoy conforme mientras el sigue y sigue con sus consejos.
- Has visto la nota del casero, nos ha traído las fundas para los sillones y el sofá; ¿has visto la nota?, ha dicho que nos va poner un toldo. ¿Ves lo que hace que todo esté limpio?. Así no se nos mojará la ropa cuando gotee la de arriba. ¿Me oyes?
- Si – le contesto, mientras intento cagar lo más tranquilo posible.
- Ha dicho que nos va poner un toldo, ¿has leído la nota?, oye ¿me escuchas?, lo del cable de la antena todavía no ha dicho nada. Oye ¿la cocina está limpia?, ¿has oído lo de la antena?
- Da igual tampoco veo mucho la televisión.
- Si pero lo tienes ahí y la ves cuando quieras. ¿Me oyes?, oye y lo del toldo, ves que capacidad de negociación tengo. ¿Por qué has visto la nota?, pone estaremos en contacto; ya le mandaré un email. ¿me oyes?, oye ¿sabes lo que voy a hacer?, eso que tu ya sabes. Voy a cagar.

Y ahí le dejo enfrascado en su lucha por tener una casa cada vez menos sucia, ahora tras una tregua parece que caga, momento indicado para salir por la puerta, mientras que desde el pasillo le escucho hablar por su móvil.
Tras salir escopetado de casa, llego a los cines de Vara de Rey, en una sala casi vacía, sin llevarme provisiones, ni RED BULL, ni zumos, ni siquiera frutos secos veo lo que parece ser una nueva versión de Robin Hood. El resultado desconcertante. Cada versión nueva de un personaje no hace sino mejorar la anterior, adrede no les saldría mejor. Lo siento por Russell Crowe pues me parece su peor película. Así con la decepción por bandera, llego a casa casi a la 1:30, con ganas de cenar durante toda la película, no me queda más remedio que calentar en el microondas un bota de albóndigas del Eroski. Y luego quiero hacer desaparecer mi tripa, desdichado de mi en mi oscuro objeto de deseo. Así será imposible y el lado oscuro de la tripa me hará suyo, como a tantos otros mortales. Pero no tenía más remedio, pues si hubiera lavado la lechuga con el ruido se hubiera despertado el compañero de piso y quizás un nuevo monólogo sobre limpieza, higiene y demás historias hubiera caído. Aunque me resulta raro no encontrarle estudiando …
Tras la cena acudo a la habitación para terminar un nuevo día de este diario que espero colgar lo antes posible en el Facebook, pues a pesar de que sólo me sobra el tiempo nunca lo encuentro. Como no encuentro las palabras con las que decir que ahora me acuesto, que ahora leo de nuevo algo de Bukowski y que ahora duermo …

0 comentarios:

Publicar un comentario