XII

REFLEXIONES DESDE LA CLANDESTINIDAD
(Desde la "Puta Isla de Mierda", a veces, hasta los huevos de ella)

Me afeito la barba y tras un insufrible castigo no llega la ansiada recompensa, bajo ese matojo de pelos se escondía una cara plagada de granos, la pereza nunca ha sido una buena consejera. Putas consecuencias, un fatídico desenlace plagado de relieves de todos los colores, un grano blanco, otro más rosado, los hay más pequeños casi imperceptibles al ojo humano, pero ahí están como valientes espartanos dando la cara.
No conocen el miedo, entre el estupor y la indignación me recriminan esa tardanza digna de todo aquel que no está obligado a nada.
Lo peor de todo, el conocerme a mi mismo y no remediar mi propio automatismo destructivo, sin duda, soy mi peor enemigo; pues si de algo estoy al tanto son de las horribles consecuencias tras un largo periodo sin afeitar; sin embargo, hay veces que me canso de mi cara, incluso de mi mismo y de esos deseos que acaban frustrados bajo el rubor y las legañas.

Así son los granos, una especie escondida que resistirá por siempre al invasor de la cara, esos pelos que parecen no haber sido invitados al festejo, pues cuando alcanzan la mayoría de edad hay que darlos por muertos, la sentencia un buen afeitado. Por eso los admiro, pues son luchadores cuando hay que serlo, vivir tranquilos ese es su deseo, pero la apatía, la pereza y el hastío, provoca que se levanten de su calida existencia.

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Y llegó el septiembre negro con su puta lluvia, como la de hoy. Podría sentarme y escribir lo que siento, abrir mi corazón una vez más para dejar renglones tan torcidos y resquebrajados como lo está mi ánimo por cada gota de lluvia que sin clemencia cae al vacío, sin embargo me piro, cojo la bolsa del gimnasio y huyo de mi mismo, de esa sombra que me persigue y me grita al oído sus continuas lamentaciones.
Todo eso quedó atrás pues nada me coge de sorpresa, sé como va la película y en mi está el cambiarla, ya no soy el extraño que deambula cariacontecido pues no conoce a nadie ni confía en si mismo. Se acabaron las decepciones y sorpresas pues tengo lo que quiero, un tiempo para el deporte, un tiempo para estar en buena compañía y un tiempo para mi mismo, con eso es suficiente. La vida es eso, aprovechar los minutos sueltos.

Es cierto que los pasteles no fueron lo suficientemente dulces, sin embargo, el plato del destino se come con cuchara y cada bocado hay que disfrutarlo, el dulce ahora no llega, pues nos contentaremos con lo salado.

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