17-05-10

17/05/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Otra vez de nuevo en lo que parece ser mi hábitat natural, ese pedazo de tierra cada día más llena y que responde al nombre de “Puta isla de mierda”. Eso es Ibiza, una isla semi-llena, pues aún quedan los locos, estos esperan hasta julio, nos dan algo de tregua, nos dejan respirar, nos dejan disfrutar de la playa, estar tumbados sobre una toalla, tomarte una copa tranquilo, que grandes personas son esos locos de mierda. Sin embargo el avión de vuelta ya no es el mismo, algo más grande, pues tiene que acoger a una clase turista que busca unos precios algo más bajos en los hoteles, los restaurantes y en todo lo que rodea a este islote ibicenco. Pero lo que ellos no saben que los precios ya subieron con el mes de abril, por lo que son los primeros en caer en una trampa trazada sigilosamente por estos ibicencos que son perros viejos, pues si algo saben es sobrevivir a costa del turista y por desgracia del que no es turista. Pues yo no soy turista y bien que lo pago, sin embargo soy un sonámbulo inofensivo en tierra de nadie, no me considero ibicenco cuando estoy en la puta isla de mierda, ni de Carabanchel cuando me encuentro en mi añorado barrio, a ratos no se de donde soy, por lo que comienzo a pensar que no soy de ninguna parte. Soy de donde pueda sacar punta a las cosas, donde pueda escribir, donde pueda ser crítico y ácido con el gobierno, como decía aquel … por eso sobrevivo en esta puta isla de mierda. Aquí puedo ir a mi bola, puedo ser analítico, si quiero sobar, pues sobo, si quiero cagar, pues cago … una cultura del libre albedrío sin restricciones, las que yo me impongo, pero soy benévolo y de vez en cuando hago que no veo. ¿Será que me gusta vivir solo?, eso creo. Intento ver mis ruinas, construyo sobre ellas, pero nunca sin olvidar un pasado con gratos recuerdos. No seré su esclavo, ni tampoco un idiota descreído que rompe lastre con lo ya vivido. Por eso acudo a Madrid, al barrio, a una boda con muy buen rollo, con los colegas una borrachera, todo roza la perfección e incluso lo sobrepasa, pues si algo consigo traerme en mi equipaje es un buen sabor de boca. Unos momentos inolvidables que construirán mis recuerdos, y no bajo una cabaña de paja sino de un ladrillo que soporte todo tipo de vientos y mareas.
Y eso me permite aterrizar en la isla con fuerza, añorando esos buenos momentos a ratos malgastados, a ratos disfrutados, pues a veces pisamos mierda pero podemos con ella. En ocasiones la felicidad llama a la puerta y la abrimos, la reconocemos y disfrutamos de ella. Por eso doy las gracias por esa boda y ese buen rollo entre los colegas … de algún modo recobro mis fuerzas para atizar todo lo que se mueva en esta puta isla de mierda. He vuelto con fuerzas renovadas, jodete puta isla de mierda, ya se que soy inofensivo, pero no pararé de escribir todas esas injusticias de las que pareces salir indemne, de las que nadie parece ser testigo excepto un añorado sonámbulo carabanchelero.

Esta vez AIR EUROPA y su rotación de vuelos ha sido benevolente con su humilde clientela, el avión consigue salir a su hora. De vez en cuando somos la ostia. Con el cinturón abrochado, intento leer “Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones” de Bukowski, pero sólo se queda en un intento cada vez más vano, pues junto a mi, la familia gritos se adueña de mi espacio auditivo y de parte del sufrido avión. Espero sean compresivos y no se hagan con la cabina del comandante, pues de vez en cuando me gusta aterrizar sano y salvo en la puta isla de mierda. El crio se llama Guille o así le llama su madre constantemente, le grita, le mira, sólo hace eso, ni lee, ni toma un refresco, nunca está tranquila. Su padre sentado en la otra fila con el “Guille” no sabe que hacer, sólo cumple las ordenes que recibe del sargento madre; no le dejes jugar cuando el niño está jugando, no le dejes que se levante cuando Guille disfruta tocando la luz del asiento, límpiale la cara y no dejes que se ensucie … mientras el crio llora y llora. Se oyen sus gritos mientras paso las hojas, de vez en cuando miro a su madre, no sabe que hacer salvo gritar, salvo dominar a su hijo y lo que parece su obediente marido.
Tengo la sensación que si no hubiera tenido el crío dominaría el avión, dominaría el mundo, se dominaría incluso a si misma, por eso me apeno por el crío, como un valiente involuntario, como un kamikaze sin saberlo se sacrifica no sólo por los tripulantes del avión sino por la humanidad entera. Gracias Guille eres todo un hombre.
Delante mio, el matrimonio perfecto, su niña de la misma edad de Guille canta, dibuja e incluso sueña, la dejan dormir, no la atosigan, es libre y feliz, como su madre cuando lee las revistas, como su padre mientras juega y canta con ella. Qué bonita puede ser la vida cuando no hay que sufrirla.
Tras aterrizar en la puta isla todo parece igual y distinto, me canso sólo con pisar el puto suelo, con sólo andar dos pasos, con sólo mirar como el aire mueve la ropa de una multitud de seres inertes, pues cada vez hay más y más gente. Turistas los llaman cuando para mí son eso, seres inertes. La mayoría italianos, por cada isleño un italiano, no distinguirlos resulta imposible. Parecen haber nacidos con un espejo, mirarse y mirarse, con sus pelos, sus gafas de diseño, la moda en los pantalones, las camisetas, hablan cuando gritan, la moda italiana aterriza en la puta isla de mierda. Sin embargo todos somos iguales cuando esperamos el autobús, la fila se hace eterna, miras hacia atrás y sólo ves maletas, junto a ellas pegadas como su destino esos seres llamados turistas.
El autobús llega y un improvisado maestro de ceremonias nos coloca de la mejor manera, como piezas de tetris vamos avanzando hasta juntarnos, unos sentados otros de pie enlatados al vacío cerca de nuestras maletas. Los italianos sonríen, ni siquiera se despeinan, algunos me hablan, creen que les entiendo, asiento con la cabeza sin escapar de mi cara de sueño. Llega la parada del puerto y una hilera de maletas baja la escalera, las piezas del tetris miran el cielo y dan las gracias por el buen tiempo. Yo sigo durmiendo. El trayecto del autobús se hace más largo, con la llegada del turismo, nuevas y nuevas paradas, mientras el sol me calienta la cabeza sigo durmiendo, pues nada parece importarme, pues yo como mi vida espera la última estación, una parada cerca de lo que espero esta vez sea mi casa.
Cuando llego a casa me recibe el compañero de piso, me da la bienvenida mientras intento saludarle, pero todo es inútil, pues lleva tres días sin salir de casa, con el cerrojo echado, viviendo bajo el zulo de la melancolía, sólo habla para sí mismo, ni sabe como es la isla, prepara sus exámenes sin olvidar sus monólogos ibicencos.



- No venías el 19, joder que pronto has venido; ¿qué tal la boda?, yo ni he salido tres días llevo metido aquí, estudiando todo el rato. No queda nada para los exámenes. Has visto como está la casa, toda limpia. Mira que suelos, mira la cocina, ni rastro de pelusilla en tres días. No ensucio nada. Tres días aquí y mira como está el comedor, mira que suelos, nada de suciedad. No ensucio nada. ¿Cómo has venido tan pronto? y la boda que tal la boda. Has visto como yo ensucio menos que tu y eso que no salgo. No ves que tengo los exámenes la semana que viene. Ni porno veo. Estudiar sólo estudiar, y fijate sin salir lo limpio que lo tengo. No ensucio nada. Oye, como vienes tan pronto. Y la casa como está la casa.
- De puta madre – le digo, sin entender como la mierda de la casa ocupa tan poco espacio en mi corazón.
- Claro porque no ensucio, no soy como tu. Y sin salir tres días, ni el sol me ha dado, fíjate como estoy. Qué ya queda poco para los exámenes, la recta final. Oye también te he limpiado tu habitación. Tenías arena por el suelo, es tu habitación y puedes hacer lo que te salga la polla, pero digo voy a limpiársela. También he limpiado la otra habitación, pues tiene que venir el casero mañana a mirar los enchufes de la luz. A que está todo limpio, ¿cómo has venido tan pronto?; has visto tu habitación, dije voy a limpiársela, ¿a qué está la casa limpia?, ¿Qué tal la boda?
- De puta madre – le digo, sorprendido por ese continuo afán de limpieza que parece dominar el escenario monologuístico.
- Mañana viene el casero a mirar los enchufes de la luz, le dije que no habría nadie en casa, ¿cómo has venido antes?; le he dicho que ponga un toldo y unas fundas para el sofá, así la casa está mejor en verano. Y limpia, has visto como está de limpia; mañana vienen a mirar los enchufes; oye que estoy hablando y tengo que estudiar. Vaya tres días que llevo. Es la recta final. Esta todo limpio, todo limpio; Estudiar, estudiar, allá voy …

Y rápidamente se aleja cerrando la puerta de su habitación, como una visión, una repentina imagen que se aleja rápidamente en busca de lo que parece ser el estudio yo entro en lo que sin duda es una inmaculada habitación de suelos blancos y ventanas abiertas.
Tras dejar la maleta, cuelgo la chaqueta y me bajo al restaurante Antonio, no tengo ganas de cocinar por lo que compro comida para llevar. Según el Antonio comida casera, una paella de primero, pollo asado con patatas de segundo y de postre unas natillas. Como mientras escucho los deportes de La Cope, el nuevo Madrid, nuevos fichajes de un equipo sin rumbo, sin identidad y por desgracia sin pasado. Termino con las natillas, cuando aparece el estudiante más limpio de Ibiza.

- Has visto los suelos de la cocina fijate sin rastro de pelusilla en las zapatillas cuando ando y tres días llevo sin salir. Qué limpio está todo. A ver si el que ensucias vas a ser tu, porque fíjate lo limpio que lo tengo yo todo. Limpio, limpio. Fijate, fijate ya hay rastros de comida por el suelo. ¿Qué tal la boda?
- De puta madre – le contesto
- Eso está bien. Te quejarás, eh; fíjate como tengo todo de limpio, fíjate tres días aquí metido y ni basura tengo. Menos que tú en un día. Bueno me marcho, ni siquiera he salido a la biblioteca, aquí metido. Me voy a la habitación, estudio, estudio. Estoy en la recta final.

Limpio la mesa y los suelos, absorbido por la limpieza monologuística una extraña fuerza me obliga a coger el cepillo y el recogedor, una cruel pesadilla para el recién llegado, máxime cuando mi cansado ánimo pide a gritos una salvadora siesta para reconciliarse con la pulcra higiene que parece dominar esta casa.
Leo un nuevo libro de Bukowski, “Shakespeare nunca lo hizo”, pero sólo son páginas, pues mis ojos se cierran y caigo rendido.
Son las nueve y media cuando intento levantarme, la cabeza me estalla, o eso pienso pues la verticalidad se convierte en una utopía digna de estudio; vuelvo a cerrar los ojos, pues nada espero, la cabeza continuará igual, mis piernas seguirán cansadas … pues en la isla no recupero. Casi las diez y cuarto de la noche y me reincorporo a lo que parece una habitación demasiado pesada, cargada por un incombustible olor a tigre, el hedor se hace insufrible incluso para una modesta espiración, pues no cojo aire con mis narices sino mierda candente que flota en una ambiente sin aire, sin oxígeno, sin nada bueno que llevarse a la cara y a unas narices con unos pólipos que parecen estar en su salsa.
Abro la ventana mientras arreglo la habitación, demasiada ropa ya usada. La pongo en bolsas para quizás mañana poner la lavadora. Después abro la maleta para colocar en el armario la ropa que he traído desde Madrid. Unas zapatillas nuevas, blancas como la moda isleña, camisas de manga corta pero también sudaderas de manga larga. Por fin comienzo a tener conciencia de mi larga ausencia en la península, me hago a la idea de no volver a ver ese Madrid que en ocasiones tanto añoro, comienzo a pensar que donde vivo es aquí y de nada me sirve guardas cosas fuera de estas frías paredes y de lo que es este poblado armario.
Miro los dvd que he traído. Series, películas … nada de porno. Viviré la más completa imaginación autosexual. Yo mismo me creo y me destruyo, pues soy una fuerte de energía constante. Escribo en el portátil, echaba de menos este jodido diario de un ibicenco, no pongo música y permanezco en silencio, sólo el tenue sonido de las teclas cuando son pulsadas con mis dedos, que más quiero …
Ceno algo de atún junto a un tomate de lata algo triturado, como yo se siente cansado pero no deshecho. Triturado en pequeños trozos, todavía da guerra pues hay que moverlo junto al atún, la cebolla y algo de aceite. El tomate se resiste, es chiquito, es indefenso pero aguanta. Como yo hay que moverlo, pues no damos facilidades, no todo está hecho y se requiere un tiempo.
Ceno rápidamente mientras me tomo un GELOCATIL, tanta higiene me provoca dolores de cabeza. Acudo a mi habitación, con las ventanas abiertas un nuevo aire me da la bienvenida, más halagüeño me invita a pasar, para que todo sea más agradable, más respirable. Y escribo, y leo y sueño … pues una isla menos dura a la que yo me adapto lo mejor que puedo.

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