27-04-10

27/04/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Poco o nada recuerdo del día 27, bañado por el trabajo con secuelas laborales que espero no sean permanentes, mi mente sufre un vacío difícil de atravesar. Bajo una pequeña libreta unos apuntes, pero todo sin terminar. Paso las hojas y veo una especie de proyecto, un breve comentario de cada día trabajado. Pero todo es incompleto, el cansancio provocado por tantas y tantas horas trabajadas no me dejó terminar lo que de algún modo deseaba. Intento escribir lo poco que tengo, una obra incompleta, como lo son mis recuerdos de aquellos días agónicos:

SUPLEMENTO: “DÍAS DE PASIÓN Y CASTIGO”.

PRIMER DÍA DE TRECE:
Qué rápido ha pasado este primer día de curro, ha volado, quizás influye esta técnica de autoayuda que parezco haber perfeccionado. No pensar en nada, pues si lo hiciera sería el peor de mis castigos, aún restan doce días y que mejor forma de subir esta pendiente que con paciencia; la paciencia es la madre de la ciencia, decía ese dicho; a ciencia cierta llevaba razón, al menos para mi. Sin mas, saludos desde el infierno, calor y hedor. FUERZA Y VALOR SEÑORES.

SEGUNDO DÍA DE TRECE:
Han pasado dos días, no significa nada pues un espíritu espartano se ha apoderado de mi persona. Desde el mastil con mi catalejo sigo sin ver tierra, ese décimo tercer día está aún lejos, sin embargo no parezco tan cansado. Yo mismo me sorprendo, al final va a ser verdad que tengo mis momentos. Respiro y puedo respirar, me hecho sobre la cama y puedo leer, al final el trabajo no va a ser tan malo, ¡¡¡no me lo creo!!!!.
Aunque quizás esto sean los horrores del trabajo, como los horrores de la guerra, te atrapan y transforman la realidad. Espero no convertirme en esos que creen que la empresa es suya, “mi empresa va mal” dicen, que coño su empresa, acaso tienen las escrituras. No dejen que te engañen. Espero no llegar a eso.

TERCER DÍA DE TRECE:
Son las 2:15, la madrugada hace mella sobre mis ojos, estos se cierran y yo en una intensa lucha los abro repetidas veces. Una y otra vez la misma batalla, mi resistencia se basa en un café de máquina, que quizás provoque en mi una espesa cagalera pero que momentáneamente consiga parar este sin vivir. Que duro es currar de noche. Estoy despierto o eso creo, aunque quizás viva un sueño en el que creo que estoy despierto, que más da si todo es molesto. Me molesta estar sentado y cuando me levanto sigo traspuesto. Me siento torpe. Escucho la radio, pero nada dicen, pues nada me parece tan interesante como para no dormirme. Miro el reloj y desespero, sobre todo cuando llego a la conclusión que el tiempo pasaría más rápido durmiendo. Mis ojos se cierran, … pero no puedo.

CUARTO DÍA DE TRECE:
Trabajo con gente que no conozco y mis sospechas se hacen realidad, cada vez tengo menos interés en conocer más gente. Pues la proporción de pelotas aumenta, también de vagos, de incompetentes todo eso en una procesión que se mueve a costa de una mínima parte de honrados trabajadores. Me quedo con lo que tengo pues de ello nada obtengo, ni disgustos ni alegrías, pues lo conocido ya no te sorprende. De la nada, nada esperas. No te defrauda, pues poco hay sobre la línea recta, sobre el horizonte que siempre oteas, de lo que convive junto a ti. Pues cuando ya te conoces las palabras sobran y las bromas nunca son vistas como una ofensa, las risas son más sinceras y la relación es más intensa. Es entonces cuando el trabajo deja de ser una jodienda. El buen rollo vence a la esclavitud laboral y entonces lejos del puto suelo, de la puta fabrica, del jodido patrón de mierda, surgen relaciones que van más allá de esa puta palabra de mierda, TRABAJO o más bien jodienda.

QUINTO DÍA DE TRECE:
El día se ha hecho largo, no habían las risas acostumbradas cuando trabajo con mi gente; ya nos conocemos y el buen rollo está presente. Por eso no he parado de currar, para que el día pase antes. Vaya gilipollez, pero por desgracia tiene sentido. Ya queda menos, así me animo. El libro de autoayuda soy yo mismo.

SEXTO DÍA DE TRECE:
Se acabó. No tengo más que decir. Hay veces que curras con alguien y tu le caes mal y viceversa, no se por qué pues el enemigo tú no eres. Pero así sucede. Cuando a nadie conoces las distancias considero que son necesarias, el problema sucede cuando calas a una persona rápidamente. Al pelota lo ves enseguida, al que se esconde … el misterio se pierde. Están los jefes, los encargados y entonces va el pelota le hace la rosca y tú no lo comprendes. Pero callas pues esa persona no merece la pena, pues te dices que no volverás a verle. El silencio en ocasiones te hace ser más hombre, pues hay que saber cuando hablar como callar, todo alcanza la misma importancia. Se reduce a ceros y unos, cero callas. Uno hablas. Como un código binario, ni más ni menos. Tú eliges.

SEPTIMO DÍA DE TRECE:
Por fin curro con mi gente, han vuelto las partidas de cartas, las risas, las bromas entendidas como bromas, la confianza de saber como eres, pues un paso que hace de ti grande es el conocerse. Pero no sólo de pan vive el funcionario, pues cuando hay que trabajar se trabaja, o se hace que parezca. Pero los funcionarios no somos tan vagos para que la sociedad se corra de gusto cuando anuncian una bajada de nuestros sueldos. A las duras, joder el bolsillo del funcionario; a las maduras olvidarnos de estos empleaduchos públicos y a forrarnos especulando. La historia de siempre.

OCTAVO DÍA DE TRECE:
El cansancio me hace obviar lo interesante, cansado de escribir sobre el trabajo doy por terminado este inservible estudio que me ha servido para poca cosa, pues nada me ha enseñado. El trabajo es trabajo.

(…)

Así acaban las notas, con desesperación y dolor por una lenta agonía. “El trabajo es trabajo” así rezaban las últimas palabras de un currante venido a menos. Las secuelas del trabajo podrían ser permanentes, así tras librarme de la oscuridad tras abrir mis cansados ojos decido acercarme de una vez por todas a Cala Bassa, una cala que me han aconsejado y que espero sea el remedio a mis continuos males.

Tras una comida rápida como digerible, o eso espero, me acerco al “OLO” y pongo rumbo a Cala Bassa, en “Busca de la felicidad, segunda parte”. Escucho ALICE IN CHAINS, la radio del coche sigue estropeada, solo escucho una pista pues no da tiempo al paso de la siguiente canción cuando el display del aparato ya indica error. Me cago en el error pienso, debía haberme comprado otro aparato en Madrid, pero creía que mi estancia ibicenca se reduciría a un mísero año. Por eso busco la felicidad ibicenca, por eso nos dirigimos a esa cala que todo el mundo habla, sólo escucho maravillas, espero no sean visiones provocadas por esas ya famosas partículas ibicencas.
Tras aparcar el “OLO” observo un placentero paisaje, afortunadamente la cala no está muy llena, unos pocos ibicencos y un carabanchelero que extiende su toalla y rápidamente se agencia un VIVE SOY que bebe con extraña frialdad.
Los arboles situados detrás de mí, provocan que el sol se ponga antes, además el agua continúa salvaje, no quiere que la multitud la tome por lo que continúa fría. Sin embargo todo es cristalino en ella, un azul plagado de sinceridad se confunde con un solitario cielo, el horizonte es una intuición que arrastra a mis ojos hasta el fondo de la nada. El aire comienza a levantarse, tras una sesión de sol me retiro de la disputa, una sudadera blanca y parezco estar a salvo, sólo lo parezco por lo que me aplico nuevamente el mejunje habitual, un protector solar factor 40. Atrás quedaron mis tiempos de temerario.
A mi derecha tumbada sobre la arena hay una rubia haciendo top-less junto con lo que parece ser el cantante de los SYSTEM OF A DOWN. Quizás haya disuelto el grupo para disfrutar de un grato retiro en la isla. Una pena para la música y un acierto para él pues la rubia está de muy buen ver. Quizás sea una fan, deduzco cuando sobre pecho y pecho veo un tatuaje que bien podría ser el logotipo del grupo. Sin embargo no fijo más la mirada, esperaré unos minutos, o quizás unos segundos …
A cincuenta metros frente a mi una joven desafía al agua, optando por mantener la mitad de su cuerpo sumergido, es valiente y la admiro, por mantener esa posición rígida mientras soporta el frío del agua. También parece haber optado por quitarse la parte de arriba del bañador, una sabia decisión desde mi humilde punto de vista. Toda una costumbre ibicenca la de enseñar las peras, que yo evidentemente aplaudo.
Junto a mi pasa una pareja, ella parece estar embarazada. Le pide una foto a su media naranja, mientras posa con un fondo completamente idílico, un cristalino mar sin olas, tranquilo como lo está el día. Mientras posa para la foto, nuestra improvisada modelo se acaricia la tripa, posando la mano izquierda sobre ella. Supongo que se la enseñará a su hijo, supongo que tendrá esperanzas de que no se desvíe de la honradez y el sacrificio. Todo un gesto simbólico plasmado en una foto que espero se sienta orgullosa con el paso del tiempo.
Me tengo que ir demasiado pronto, cuando comenzaba a encontrarme a gusto, tengo que marcharme, la esclavitud encarnada en curro, una obligación a la que los funcionarios nos debemos. Una confusión y acabo en Cala Comta, a veces pasa eso, nos despistamos y acabamos donde no debemos. Sin embargo voy con tiempo y de paso ya se donde iré la próxima vez que decida ir de Calas.
Me compro una pizza para cenar en el trabajo, ni ganas de cocinar tengo. Muchos días de curro y me raya estar dentro, las cuatro paredes las veo como enemigas, guardo cierta distancia, por eso escapo de la cocina, pero también de mi habitación, del baño … sólo me acerco para una ducha, para quitarme la tierra … y rápidamente escapo, lastima que sea para hacer algo que no se si odio, pero no me gusta. Y sin embargo es necesario. CURRAR.

0 comentarios:

Publicar un comentario