02-05-10

02/05/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Tras salir del curro después de hacer noche lo único que me queda aún vivo de mi organismo sólo pide dormir y dormir. No quiere limpiar ni tan siquiera desayunar, sólo dormir. No le voy a dar un disgusto, pero antes necesito aparcar el coche y bañarme. Me baño para quitar ese aire a curro, no quiero que mi organismo se transforme en un alma con tendencias suicidas, un alma que sólo respire curro y curro. Por eso nada más llegar a casa me doy un acogedor baño, no sin antes mantener una fraticida lucha con los putos grifos. O el agua sale muy fría o muy caliente, no hay termino medio, los extremos me persiguen, como así lo hace la arruga. Toda mi ropa, permanece arrugada pero yo no desespero y huyo de la plancha, todavía no me he matriculado en esa asignatura, no tengo los creditos suficientes. La arruga es bella pensaba, sin embargo mi ropa adopta formas cada vez más grotescas. Debo deshechar esa idea de planchar, pienso, como si fuera el broncas de la clase, el típico repetidor de curso, que no quiere aprobar el curso de Rodriguez.
El baño me ha sentado de puta madre y tras un desayuno a base de cereales, tiendo gustosamente la ropa blanca, “¡Viva la arruga!” grito desde el balcón, pero nadie atiende, la isla me hace el vacío. Que la den por culo a la puta isla.
Miro el cielo y sin rastro de sol, otro día de libranza perdido. Esta isla es un timo, tanta playa y tanta ostia, para luego tener los mismos meses de verano que mis colegas de la peninsula. Los dientes largos y ¿para qué?, no hay derecho. Aunque también reconozco mi culpa, desde que llegué a la puta isla me he convencido que abril sería un mes propicio para disfrutar de la playa y no ha sido así. Cuanto más cercana es la realidad la ilusión no deja de ser eso, desilusión. Pero en mi continuo afan por encontrar la felicidad no hago más que buscar el lado positivo en cada una de las pruebas que la puta isla me impone. Sólo así conseguiré sobrevivir en esta puta isla de mierda. A mal tiempo no se si buena cara pues siempre me ha costado esconder mis sentimientos, pero al menos trataré de no torcer el hocico. Para ello y con este proposito, utilizo mi mano izquierda para subir los dos extremos de la boca hacia arriba, simulando una sonrisa, pero no parece funcionar ya que una vez suelto la mano de la boca, esta cae hacia abajo y se abre para dar paso a unas palabras de lo más familiar, “me cago en to lo puto ibicenco”.
Tiendo la ropa sorteando esa sabana de miles y miles de metros que cuelga desde el cuarto piso, nuestro querido vecino el sudaquilla todavía no ha conseguido quitar la susodicha sabana.
Me siento a escribir en una habitación repleta de algo más que mierda, la habitación de la pereza, dejadez y miseria. Sobre la mesa calcetines sudados se confunden con aquellos que no han sido utilizados, también sobre esa civilización parecen distinguirse numerosos pañuelos de papel que posiblemente también esten usados, porque si no ¿por qué están arrugados?. Junto a la silla cuatro, cinco e incluso seis calzoncillos, por el olor consigo distinguir los usados. Le doy las gracias a los calzoncillos por ayudarme pues a pesar de los polipos consigo fácilmente diferenciar los malolientes de los socialmente admitidos. A pesar de los numerosos obstáculos consigo encontrar un lugar aparentemente seguro en el que encender el portátil y teclear mientras de fondo suena Tom Waits con “Clap Hands”. Abro la ventana y el olor a tigre se expande por la atmosfera, un nuevo aire refrescante suaviza el cargado ambiente de la habitación, mis narices lo agradecen no así mi ánimo, alterado tras la inesperada presencia de una abeja, que susto me llevo cuando sobre el umbral de la ventana la veo revoloteando, analizándome como un posible enemigo. Pero o no se atreve a entrar o el olor a tigre es superior a sus fuerzas, momento que aprovecho para atestarla un fuerte golpe con el calzoncillo más sucio que puebla la habitación. No la mato pero tonta la dejo, huye despavorida para no volver más. Nunca olvidará esa lección, o ese olor.
Sigo con Tom Waits, lejos de la música electrónica la puta isla me regaló este puto genio de la música. Mi amiga Leonor estaría orgulloso de mi.
COMIDA.- Tortilla de tres huevos con atún y menestra de verduras. Al fin consigo comerme la primera tortilla de tres huevos aquí en la isla. Estoy orgulloso, máxime cuando no las tenía todas consigo. He perdido facultades, pensaba, pero a veces sigo siendo el mismo. Sin embargo este reto ibicenco no ha venido sólo, pues por la imagen comienzo a pensar que posiblemente pueda estar en estado. No se si de gracia, pues la verdad tampoco me hace mucha cuando observo mi perfil frente al espejo, y como una curva crece sobre mi, intento disimularla, incluso casi sin respirar esta se retuerce para mostrarme el mundo como realmente es. Un nuevo mundo se alza sobre mi, un nuevo mundo que estoy dispuesto a conocer pero sólo sin la compañía de esta tripa, pero cada vez es más difícil separarse de ella, pedir lo imposible es una idiotez, una perdida de tiempo pues parece ser que a la jodida tripa le gusta la isla. Tiene cojones la cosa.
Me tomo un café tranquilamente mientras me preparo para bajar al “Iberico”, uno de los pocos reductos madridistas que quedan en esta nuestra puta isla, sin embargo todo es una mentira pues los clientes del bar gritan más cuando le marcan al Madrid que en caso contrario. Hoy juega el R.Madrid contra el Osasuna y a mi que me importa tres cojones. Pero voy más que nada por estar charlando pues a la liga le pueden dar mucho por culo y al Madrid … pues también que quieres que te diga. Al final gana el Madrid tres a dos, con gol casi en el último minuto, jugando mal, perdon andando mal, y con dos jugadas individuales de Cristiano Ronaldo. Este Madrid no tiene arreglo.
Me voy a casa tras dejar el coche en la plaza de garaje, un remedio para este duro verano, a diez minutos de casa al menos me quitaré los continuos agobios de encontrar aparcamiento. El suelo del garaje está levantado, dejado de la mano de Dios, las alcantarillas sin tapadera, piedras y más piedras, el cemento desnutrido, acabado, no existe la civilización bajo el submundo ibicenco, tal y como me imaginaba la isla esconde sus vergüenzas, coches llenos de polvo escondidos por miedo al salitre pero rematados por la arena, la pintura caída y el maltrato que estos vecinos dan a su garaje. Mas cercano a las cloacas, nada queda de misericordia tras las paredes, los rincones roídos y la ocuridad sin luces, tomo el pasillo y me dirijo a la puerta, no sin antes mirar al “OLO”; me despido de él con un breve silencio, le salvo del salitre pero no de este infierno. La puerta se abre tras la lectura de una llave que a la postre es mi salvadora, por fin salgo de aquellos sumideros, para volver a un mundo tan familiar como cotidiano pero que al menos me mantiene lejos de ese infierno.
Una nueva cena a base de ensalada y fiambre, jamón York sobre todo. Escondido bajo una ligera cena ahuyento los rugidos de un estómago cada vez más salvaje. Escribo en el portátil mientras que Tom Waits hace las veces de anfitrión, suena el piano, el saxo … un repertorio completo tras canción y canción. Me tomo una infusión, según los de POMPADOUR es la ostia en verso a la hora de hacer la digestión, suena “Eggs And Sausage” del repertorio de Tom Waits mientras sigo con mi diario, me entretiene, algo es algo. Ese algo es lo que busco, lo tiene el diario, lo tiene cualquier novela de Bukowski, lo tiene el sol cuando el muy joputa le da por salir, pero ¿donde está ese algo en la isla?. Continúo sintiéndome atrapado, noto que me falta de libertad, el inconformismo se hace más patente, podría tirarme al mar y nadar para llegar al mismo sitio.

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