28-05-10

28/05/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Multiples tortillas han tomado la tertulia de Onda Cero, los oyentes llaman al programa para hacer público los distintos ingredientes que puede cobijar ese huevo batido que tras pasar por el aceite de una sarten hace suyo todo tipo de alimentos. Se fríe y cuando cuaja ahí tenemos nuestra tortilla. Tortilla de bacalao, de atún con pimientos, de jamón con queso, de callos, de cocido … todo vale para este gran menú que consigue aprovechar las sobras de cada plato. No hay que tirar aquello que sobre de la comida pues siempre queda el remedio de una buena tortilla. Tortilla de Lacasitos, demasiado exótico creo yo con todos mis respetos, tortilla de ortigas, ahí se han pasado, mejor para otro día.
Me visto y acudo a ese cuarto que antes se denominaba baño y ahora ciber-cagadero, sentado sobre el retrete hago lo que tú y yo sabemos mientras entro en Internet, mientras escribo en el portátil. De la nada al todo, eso ha sucedido. Una habitación tan fría como un baño, con un lavadero, un familiar retrete, un armario, una escondida bañera … todo bajo una apatía que hacia de las mañanas algo turbio y lejano a lo que yo quería. Pero todo ha cambiado, mientras cago escucho música, entro en la página de AS, de MARCA, me informo mientras desposito para el mundo algo proveniente de mis entrañas. Tiro de la cadena, me mojo el pelo y hago que me peino pues no hay solución a esta amenaza; mi frente cada vez es más frente, puto pelo largo. Se acabó mi época heavy, aunque bien pensado que le den por culo al heavy. Escucho The Knife con “Neon”, “Lasagna” otra música electrónica, más tranquila, más encomiable en su afan por abarcar a un público más multiple, más numeroso. Aún así, todavía tengo algo de heavy, pues no huyo de mis orígenes, permanezco fiel a ellos. De vez en cuando unos Iron Maiden … de vez en cuando, solamente de vez en cuando. Pues todos llevamos un heavy dentro, ya sea con pelos largos, ya sea con pantalones ajustados o con un mini en la mano, de calimocho de cerveza lo que sea, pero el heavy está ahí aunque no lo sepas.
Salgo hacia el curro para presentar una justificación de mis anteriores servicios previos en Correos, que con el periodo que ya sufrí como funcionario en practicas espero ganar una promoción si el concurso se efectúa en noviembre. Todavía recuerdo cuando trabajé en correos esos sabados tarde y domingo por la mañana. Y entre medias de marcha para llegar de empalmada y aún así las cartas llegaban. Mas que nada porque yo era el que empaquetaba no el que las clasificaba. Recuerdo cuando se acercaba la una de la tarde del domingo, permanecía dormido, de pie y aún así dormido. Ahí comenzó a crearse el mito del sonambulo ahora ibicenco, sin embargo en aquellos tiempos no dormía, por lo que existía una especie de autojustificación que calmaba mi exigua profesionalidad. Espero salga el concurso para noviembre, preferiblemente de este año, idea que no comparten mis compañeros de curro que conocedores de mi gran entusiasmo por esta puta isla de mierda no hacen más que repetirme que me olvide del concurso. Sin embargo tengo fe, una inmensa fe como la tiene un jugador de quinielas que juega una sencilla apuesta.
Además de justificar mi antaño laboriosa labor para la Administración me apunto a un curso con el nombre “Resolución pacífica de conflictos”, una metafora de mi vida. Aún así, para un hombre como yo con una nota de mierda en la oposición cualquier curso que puntue le viene como anillo al dedo. Pues a eso voy, a coger puntos para irme a un lugar mejor, lejos de esta puta isla de mierda; pues yo ya tomé un pulso, el de desaprender, tras no abarcar más mi cerebro, alguien tocó la tecla de sobreescribir y en esa estamos borrando información, lo poco util en mi se pierde entre cascadas de arenas movedizas, cabrón donde está la tecla de insertar, cabrón hazme un backup a lo poco, bien y bueno que queda en este cerebro.

Me preparo la comida, lo poco que sobró ayer con ñoquis, judías y una chuleta de cerdo. Aquí no se tira nada, sólo lo que sale en forma de excrementos. Me siento en el ciber-baño, un nuevo estilo para los cagaderos y escucho Marlango mientras expulso lo que tu y yo sabemos. La segunda vez que cago ya, y las que quedan. ¿Será por ahí, por donde escapan esas antiguas ideas que antes se acumulaban en mi cerebro?. Desde luego muy buenas no serían porque vistas en un primer plano todas parecen mierda.
Recojo la bolsa de playa sin tener ni puta idea donde ir ni que dirección coger, una improvisación más en una vida no muy unida a la organización. Una vida que escapa de un estructurado guión con un principio, un nudo y un desenlace, pues no soy capaz de enlazar nada, todo viene a mí y yo lo sorteo como buenamente puedo. Me dirijo hacia el aeropuerto para girar hacia la derecha y tomar dirección a Las Salinas, la playa de los famosos; una playa de locos que entre mayo y junio abre sus puertas a ese humilde estado que consiste en pasar inadvertido yendo de un lado a otro. El aparcamiento de arriba está repleto de coches, más que nada porque ese otro situado más abajo entre sus grandes virtudes está la de pedirnos cuatro euros por dejar allí el buga. Oh pero eso no es todo, pues en un alarde de generosidad sólo piden dos euros por dejar allí nuestra moto. Qué suerte que acabemos con la diferencia entre coches y motos haciéndolos pasar a todos por taquilla, una conquista más en pro de una integración tanto de aquellos seres que presumen ser de lo más animado como de otros que llevan el sustantivo de inanimados por bandera. Se acabaron las guerras sin sentido, las disputas inútiles entre las cuatro y las dos ruedas, pues todos a pagar por pisar esta puta tierra.
En fin, tras aparcar casi a tomar por culo pero sin el casi, recorro ese caminito que antaño hacia con coche para ahora disfrutarlo en chanclas y con una bolsa cargada hasta los topes. Es lo que tiene el verano, una inmensa multitud de vidas, pasiones, penurias y grandezas, sentimientos encontrados y mucha, mucha mierda. Al llegar a la playa la misma imagen de sinsabor contenida en un retazo de tierra, con las putas tumbonas ahí plantadas y los jodidos garitos intentando hacer su agosto, cuando ni tan siquiera se ha despedido de nosotros este mes, el de mayo.
Giro mis pasos a la derecha y observo como incluso algunos no sólo se contentan con la puta tumbona sino que además tienen frente a ellos una mesa donde colocar sus bebidas. Así la playa parece estructurada de la siguiente manera, los gilipollas con tumbona y mesa que se quieren diferenciar de los que sólo tienen tumbona; estos últimos heridos en su orgullo intentan posicionarse lo más cerca de una tia que esté buena. Y si ya viene con ellos, como un objeto preciado traído desde el extranjero, intentan traer parte de su cuerpo hacia su tumbona, como algo que viene de serie, como algo que es parte de ellos, un pie, una pierna o un brazo con su mano, todo es valido pues es lo que tiene diferenciarse de los mortales. Sobre todo de esos que permanecen tumbados en la arena, encima de sus toallas, leyendo, bebiendo bajo su sombrilla… oh que ignorantes por no pagar un módico precio, no pueden estar tumbados en una silla de Ikea, restregando el culo en un puto plástico de mierda. Lastima de ese kit completo para barbacoa que tengo en el trastero lleno de polvo y lleno de mierda, sin usar, menuda gilipollas fui al caer preso de las ofertas. Si pudiera utilizarlo, pero no puedo hay que diferenciarse de la prole que abarrota estas tierras.
Pero la piramide tiene más escalafones, no se si hacia arriba o hacia abajo, pero ahí estamos nosotros tumbados en la arena pasando de todo, sin tener que pagar a nadie por nuestra existencia en esta puta playa, que es la de los famosos pero que a mi me parece como cualquier otra, mar y arena. Si me bebo un AQUARIUS no tengo que pedirle permiso a nadie para que lo traigan, si alzo el brazo es para bebermelo, todavía fresco, pues es lo que tiene beneficiarse de un frigorífico aunque no se lleve a cuestas, aunque no lo tenga junto a mi en la playa, ni siquiera una nevera, sólo una bolsa de playa y en ella un libro, un reproductor de música, algo de ropa , el protector solar … que desgraciado me debo sentir por no tener a mi lado una librería, una tienda de música, otra de ropa e incluso una farmacia.
De camino a ese legítimo sector de tierra que debería pertenecerme observo como la peña juega a las raquetas, ¿qué posición de la pirámide ocuparían estos ases de la raqueta?; no lo se, sin duda los menos agraciados serían estos currelas con sudadera amarilla y pantalón corto de color de un negro azulado que tienen que estar recogiendo las tumbonas y sombrillas de todos esos gilipollas que parecen disfrutar pagando por un cacho tierra. Perdón, por una puta sombrilla y una tumbona en un cacho tierra.

Por fin extiendo la toalla y lo primero que hago es darme un baño, el mar comienza a dar indicios de cierta letanía en pro de un calentamiento global, lo que significa todo un sacrificio para él, pues más gente de esa especie injustamente calificada como humana se adentrará bajo su velo tras superar ese primer minuto de pasión cada vez menos duro y más llevadero. Una vez salgo de un poblado mar, me echo sobre la toalla y leo, “La gente parece flores al fin”, un libro de poemas de Bukowski con el que entretener esta fría tarde, pues el aire comienza a levantarse y con él los primeros bañistas. Independientemente de su posición en la pirámide de la apariencia, todos escapan y se adentran en el bosque que cubre esta playa, alejandose de este viento que remueve las conciencias del que cree en lo que no tiene.
Recojo el testigo y me marcho, todavía hay tiempo para lavar el coche, echar gasolina y quizás una carrera. Le quito la mierda al coche, por encima pero lo suficiente para que este ser de las cuatro ruedas recupere su orgullo perdido, por fin oigo sus latidos, sus devaneos y sus constantes quejas:
- Tú no te gastes mucho con dos euros para limpiarme tienes bastante, serás rata – me replica entre limpiado y aclarado.
- Voy a cambiar coño, siempre te estás quejando. No se a quien te parecerás. – le digo
- ¿Y por dentro?. Fíjate que desastre todo lleno de arena, no tendrás donde llevar la puta bolsa de playa.
- En los cojones la voy a llevar el próximo día no te jode.

Tras el justificado lavado de cara aparco ese nuevo “OLO, en un paseo repleto de obras que no de caridad, con más y más turistas que bien podrían ser espontaneos corredores a los que adelantar, con aficionados a la bicicleta que no ciclistas, con mujeres bellas, con patinadores e incluso hasta un sonambulo carabanchelero, a ratos ibicenco, que se dispone a recorrer la cada vez más pesada distancia entre su anodina fuerza de voluntad y el buen hacer de la pereza.
Comienzo a correr y es entonces cuando la miseria se convierte en grandeza, percibes el fruto de los días tirado en la cama, de los instantes en los que permaneces en un estado casi vegetativo sin producir nada, pues de la nada no hay ni eso, nada. Tus piernas no parecen lo que antaño eran, pues ahora entre otras lindezas diré que se asemejan a sendos palos cubiertos de mierda. A la mínima distancia recorrida solo viertes sudor, carraspera y una tos que te identifica como un inútil al que no dejan jugar bajo un recorrido que acaba contigo y lo disfruta, pues con ello echa por tierra todas tus esperanzas, toda aquella realidad que ahora se aleja cada vez más para ser victima de tus presagios, de tu inercia. Mira como el puto viento se ríe, me quiere ver así, roto, jodido por matener una dignidad quebrada por el cansancio de la mínima distancia. El imposible basado en una zancada que ahora son pasos, pues el que no tiene cabeza se esconde bajo unas piernas, pesadas como ellas solas, como lo es esa respiración que depende del puto bombeo de un corazón, de una máquina destrozada como un coche con la batería desgastada; sigo cubriendome de gloria con unos continuos pasos cada vez más lentos escondidos en una fatiga que me deja sin aliento y la música ... qué música, ni se lo que escucho, pues se evapora como un inútil secundario, un actor de reparto con muerte en el primer acto. Y por fin … llego, o eso me hago creer, pues no se la distancia recorrida, casi cuatro kilómetros cuando eso quizás no sea cierto.

Aparco el coche en la plaza de garaje, el marqués de la puta isla de mierda, con trabajo, casa, garaje y al menos la ilusión de escapar más pronto que tarde. Limpio la casa, los cacharros, los suelos … todo a última hora, siempre tarde. Una de las grandes virtudes de vivir solo, no dar explicaciones a nadie. Escucho Russian Red con su versión “Girls Just Want To Have Fun”, que magia tiene este grupo.

Tras bañarme, una humilde cena a base de pan tostado con queso untado, luego encima de este enjambre todo tipo de alimentos, preferiblemente salmón o jamón york. Nada que envidar a estar tumbado con tu amiga la tumbona, ese Ikea que llega a nuestras playas trastocando todo, en favor de la recaudación que supone vivir en un continuo mes de agosto. Veo “Pacific”, ya me encuentro en el capítulo siete, leo “Escritos de un viejo indecente” de Bukowski y es entonces cuando ya por fin decido dormirme.

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