11-05-10

11/05/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
El no escribir al día es todo una jodienda, pues ya poco recuerdo de este día, la mañana se pierde en mi memoria, sólo sol con algo de aire, algunas gaviotas, algunas palomas y cagar, sobre todo cagar, como cada mañana de esta agonía ibicenca.
Sin embargo encuentro unas notas, pues ese día me acerqué a Cala Comta; las leo y a mí llegan los recuerdos. La palabra escrita es lo que tiene, por eso me involucro tanto en este “Diario de un Ibicenco”; pues por fin vivo sólo, hay temporadas que convivo conmigo mismo, otras veces convivo con algún monólogo cada vez más llevadero. Pero es otro paso más en mi jodida vida, una fase de desfase horario, de desfase organizativo, pero poco a poco y con más pena que gloria consigo sobrevivir en esta puta isla de mierda. Por eso me alegro de haber encontrado estos apuntes, pues Cala Comta es muy recomendable, como lo son la mayoría de calas de esta isla, como lo son sus paisajes, pues de todo y de todos algo hay bueno, sólo hay que buscarlo. Y estoy yo en mi continua búsqueda de la felicidad ibicenca, me dirigí hacia una cala de la que extraigo las siguientes palabras:
“ Escribo en un espacio mínimo de arena, una arena fina que sobrevive a la marea, no se si han firmado una tregua, no se si pide clemencia, pero ahí está ese mínimo espacio para que nosotros los ingratos humanos lo disfrutamos, ensuciándolo y quejándonos de nuestra amarga vida. Junto a la arena, unas poderosas rocas, fuertes, grandes como ellas solas, una sólida resistencia a un tranquilo mar sin olas. Con la toalla extendida sufro los devaneos de una gravedad que tiene rango de ley, en una cuesta abajo como la del hombre según pasan los años, me tumbo mirando un cielo poblado de nubes, sin rastro de sol, mientras voy cayendo y cayendo de forma inconsciente a un mar que me llama y del que yo me resisto. Nada le reprocho al sol por no esta presente, pues son las 18:00 y se hace la tarde, él inicia su descenso como yo lo hago alejándome de una toalla que no sufre por una gravedad cada vez más y más pesada. A sólo unos pasos de distancia el mar o lo que es lo mismo un infierno no caliente, frío como él solo le oigo respirar, sin rastro de polipos, quiere conducirme al abismo. Pero estoy algo resfriado y escapo de sus continuas llamadas, subo un peldaño más a mi salvación mientras observo lo poco poblada que está la playa. De nuevo unos cuantos italianos, hippies ellos o eso demuestran ser con su disfraz, con sus aparejos, juegan al frisbi, pero el disco dura poco en sus manos, están entrenando. Un niño pequeño anda por la arena, le gusta la playa aunque no pueda hacer castillos, pero así son los crios se contentan con poco, pues la felicidad no es del que más tiene sino del que menos desea, y la inocencia es muestra de ello. Sigo escribiendo pero no por mucho tiempo, pues una bandada de mosquitos la toma conmigo por un tiempo, por lo que decido recoger. El sol se pone y no puedo verlo, las puestas de sol en Cala Comta son memorables, pero las nubes suelen ser ingratas con el hombre; yo ahí sentado, esperando el no se que, pero nada veo. Me doy una vuelta por la cala, subo por las piedras, encuentro otro chiringuito y sigo mi camino. La manía del hombre por joder la naturaleza es digna de admiración. Me adentro por el camino y encuentro un montículo rodeado de piedras y el mar debajo de estas. Me parece perfecto para tumbarme e incluso sentarme mientras me tomo un VIVE SOY. Me siento orgulloso de haber encontrado un lugar así, junto a un mar que parece verde; un buen lugar para enseñar y para disfrutar.”
Estas son las notas escritas sobre una pequeña libreta, a boli negro, sin una buena letra. Pero lo importante son las sensaciones, los sentimientos. Me gustó Cala Comta; su agua cristalina, sus piedras, sus paisajes … no hubo fotos, sin embargo lo tengo en mi recuerdo. Quizás haya olvidado lo desagradable, como esa hora de gimnasio a ritmo de tortura, con una música electrónica cada día más alta. Recuerdo haber ido al gimnasio por el baño, bajo el agua a una temperatura cojonuda. Me quedo con lo bueno, estoy orgulloso de mi mismo, estoy cerca de la felicidad ibicenca.

LA RAYADA DE LA NOCHE.
Tumbado, leyendo a Bukowski, con alguien me encuentro. Es mi tripa, me dice algo pero no la entiendo.
- ¿Qué quieres de mi? no te das cuenta, te ignoro, sal de mi. No quiero nada contigo. ¿Por qué has vuelto? – la digo, mientras ella hace que sonríe.
- Nunca me he ido, el eterno retorno, me voy cuando vuelvo pues nunca me he ido – me contesta filosóficamente.
- Qué estas diciendo, te piraste una vez o no lo recuerdas, estaba delgado, hacia carreras. ¿Por qué me haces esto?
- Soy parte de ti, vivo contigo, te aconsejo sobre comidas, un desayuno en esa pastelería para que veas a esa chica tan maja, ¿no te das cuenta?. ¡¡Eres mío!! jejejejeje, serás la envidia de las tripitas, yo te cuido. Sólo quiero estar morena, no demasiado, quiero lucirme junto al sol, aunque no sea de tu agrado.
- Me cago en la ostia, podré contigo; algún día podré contigo.
- Sabes que no eres debil, el lado oscuro de la tripa es poderoso. La fuerza que hay en ti te atrae a las comidas no saludables, te gusta comer sin miramientos, y dime ¿qué deporte haces?, saludar a la recepcionista, hablar con ella … ¿Cuánto hace que no corres?
- Noooooooooooooooooooooooo, podré contigo como Espartano-running que soy podré contigo. No viviré de mi pasado, pues aquí no tengo. En esta puta isla de mierda volveré a correr como caballo percherón bajo trote cochinero. Podré contigo no me atraerás al lado oscuro de la tripa.
- Jejejejejeje, tarde o temprano serás mío.

0 comentarios:

Publicar un comentario