26-03-10

26/03/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
¿Sol donde estás?, ¿por qué me has vuelto a defraudar?; vencido por unas nubes conjuradas en aplazar mi primer baño playero y un aire frío como lo es mi ánimo; encuentro una ilusión y me derrumbo. Encuentro una razón y voy dando tumbos. ¿Por qué desear el sol en una playa, una novela, el RED BULL en la nevera, tumbado bajo una sombrilla, aprovechando la brisa en un rescatador baño, parece incluso demasiado para mi? Una ilusión que me destroza cuando mis ojos caen en la oscuridad del vacío; el RED BULL junto a mí, un nuevo trago, un suspiro y me levanto, abro la ventana y en todo lo ibicenco me cago. Como decían en “Lo que el viento se llevó”: “Pongo a Dios por testigo que estos putos ibicencos no podrán conmigo”. Una nueva porción de flaó junto con ese café con leche que no tiene los arrestos suficientes como para despertarme de esta pesadilla, sólo el RED BULL me enseña el camino; entre espinas recojo el guante con un nuevo desafío, aún hay vida sin el astro rey. DESAYUNO.- Flaó y café con leche. Uniforme de “puto ibicenco” para una nueva cita con el cajero, con la incertidumbre en forma de desconsuelo, al comprobar que estos cabrones todavía no me han pagado. Duras jornadas de trabajo aún no recompensadas. Pero sale el sol y con ello una ténue ilusión, un rayo me apunta en señal de duelo. Retiro lo dicho, el astro rey comienza a hacer su trabajo. No todo está perdido pues aún queda mi espiritu aventurero. Con mi fiel “OLO” me dirijo a Santa Eulalia en busca del Palacio de Congresos, la “Semana Cultural Japonesa” me espera. Desoyendo las continuas indicaciones del GPS, consigo llegar a Santa Eulalia, sin embargo el panfleto que anunciaba el certamen, nos conducía hasta la calle Dr Camacho y esta no parece ser santo de devoción de este perdido GPS. Una señal con una indicación al Palacio de Congresos, giro a la derecha y sigo recto, por una avenida ancha con el nombre de Salvador Camacho, hoteles a ambos lados, pero del dichoso Palacio de Congresos nada de nada. Desesperado aparco el coche al final de la avenida, tendré que volver sobre mis pasos, pues al final sólo queda el mar, ni una curva, ni una indicación, ni una señal bien puesta. Y es raro pues si algo saben hacer en esta puta isla es ponerse bien; van puestos hasta las cejas, por lo que me resulta extraño que no sepan poner bien las señales indicativas. Salgo del coche, ya sólo me queda la pregunta al eterno paseante:
- Perdón el Palacio de Congresos – le pregunto resignado a cualquier suerte en forma de respuesta.
- Ese edificio de enfrente – me contesta un tranquilo ibicenco

Un edificio de caracteristicas bicentinas-ibicencas se alza sobre mi, sin una indicación pues podría herir el orgullo del artista, rompería el encanto bohemio de la obra y sobre todo se encontraría sin tantos rodeos. Tampoco entiendo las siglas ibicencas pues “Dr. Camacho” corresponde a la “avenida Salvador Camacho” y no a la “avenida Doctor Camacho”. “ESTO ES IBIZA”, con esa frase todo se resume todo. Se resume la vida, se resume el amor, el desencanto de una ilusión.
La exposición sigue a raja tabla los dictámenes de “Lo bueno contra más breve, más bueno”. Y breve lo es aunque bueno no se si cumplirá esa función. Cuatro cuadros que bajo el papel que parecen ser de la dinastía YIN, pero a mi no me engañan. Lo que parece ser un chino o una china más bien es el Joker disfrazado, victima de una borrachera. Sus ojos achinados son el resultado del sol tras salir tambaleandose de un “alter”, gritando todo tipo de improperios sobre el incomprendido arte japonés. Miro el precio y me asusto, ¿tanto ha subido la gasolina? porque desde el mercadillo, de donde los han traído, hasta aquí no hay tanta distancia. O eso, o los gitanos han hecho su agosto. Subo unas escaleras y me adentro en otra habitación, el edificio es grande, espacioso, sus paredes son blancas recién pintadas y sobre ellas 5 pergaminos llenos de garabatos, lastima de cartón pues si fuera papel higiénico constituiría un valioso material con el que limpiarte el culo después de cagar. Sigo caminando y casi me paso la siguiente obra, admirable como de todo lo que mis ojos son testigos. Sobre papel, unos curiosos dibujos de japoneses haciendo sus quehaceres, lavaban ropa, escribían, follaban o eso mismo quería el “jodio” japones que persigue a una geisha. Qué poco ha cambiado el mundo. Decido pirarme pues ya tengo bastante arte japones por hoy. A la salida 5 figuritas compradas del chino de la esquina, o eso creo yo, pero claro yo soy un “ser primario” como dirían en “Amanece que no es poco”. Una ibicenca anuncia su restaurante, sushi y toda clase de comida japonesa acompañada de una amiga que sin embargo se decanta por mostrarnos sus cualidades artisticas en forma de cuadros y pinturas de arte, según ella japones. Se anuncia y sonríe. Se anuncia y sonríe. Sigue una disciplina férrea. Le doy los buenos días y me lanza una sonrisa en forma de anuncio. Salgo del edificio con la sensación de haber hecho el primo, pero sólo es una sensación; camino hacia la playa, el primo y el océano, mientras el sol se descojona:
- Querida playa ibicenca, ¿he hecho el primo viniendo hasta aquí?.

No me dice nada, pero el sol se sigue descojonando. Pillo el Olo nueva carrerita sobre el paseo de Pacha. Hot Chip con “ boy from school” suena en el reproductor, en una lista predominantemente electrónica. Mis pasos son cansados, mi elegancia en el trote cochinero está en entredicho. Mis fans presienten que no lo estoy dando todo. Piernas cansadas y un paisaje más que familiar. Un habitual me adelanta, ir con bici es un handicap, agacha su cabeza mientras el sol castiga sin piedad esa sudada nuca. El chandal negro hace de cicerón a un sol más que agradecido, inconvenientes de portar el uniforme ibicenco, ¿para cuando el uniforme de verano?. La carrera llega a su fin, tan modesta como olvidada, me decanto por unos humildes estiramientos mientras una ibicenca pasea su caniche. Un caniche más joven que ella a pesar de contar con cuarenta años en cada pata. Los coches continúan su tradicional costumbre ibicenca, los claxon suenan en señal de admiración, no se si dirigida al caniche o a su dueña. Ella camina elegantemente, dejando en entredicho esa dañina rumorología que aconsejaba retirarla de las pasarelas ibicencas. En un constante desafío hacia el sol sortea con estilo cualquier obstáculo, moviendose por las sombras del paseo, sólo el maquillaje comienza a dar muestras de fatiga, en un continuo sufrimiento a los rayos del invasor. Sus tacones son altos, lo que permiten el serpenteante movimiento de sus caderas, en unos vaqueros puestos a base de calzador. Un nuevo saludo y un nuevo pitido, la semana de la moda ibicenca sube enteros con este desfile sobre la mítica acera del Beberly Hills, ella modestamenta asiente con su cabeza.
Me acerco a la playa de Talamanca, me gusta, posee cierto encanto, sin embargo se hace necesario llevar coche. Casi 6 km. cargado con sombrilla, nevera y demás artilugios playeros me parece un peregrinar demasiado duro, que nos acerca más al calvario que a las tranquilas aguas del mar.
Aparco el coche con aparente facilidad, todo dispuesto para que en breve sufra los efectos rejuvenecedores de un completo lavado.
- Ya es hora de que me laves, cabrón. Parezco un puto puerco con ruedas.

Tomo nota, mientras preparo un guiso de pescado, esa es mi comida. Son las 18:00 y mis pasos me conducen a una sufrida mudanza. Un compañero del curro necesita trasladar un sofá a su nueva casa. Y ahí estamos los currelas, esos funcionarios unidos frente a una sociedad que se corre de gusto cuando nos congelan el sueldo. Ahora el problema de la crisis la tenemos los funcionarios, tiene cojones la cosa. La unión hace la fuerza, el sofá recorre la angosta escalera sufriendo multitud de golpes, los vecinos observan anonadados, es la primera vez que ven trabajar a este nutrido grupo de funcionarios. La estrechez del pasillo provoca un esfuerzo aún mayor del que pensabamos, la estrategia entra en acción. Levantamos el sofá, llegando casi al techo, para sortear la jodida barandilla. Así hasta un quinto piso, siempre bajo la atenta mirada de nuestros queridos vecinos. Incluso sacan fotos para inmortalizar tal acontecimiento. Por fín todo el sudor vertido tiene su recompensa, el sofá traspasa la puerta, entrando en el comedor. Los numerosos golpes sólo han herido su orgullo, pues para cumplir su modesta misión todavía es valido. La aspiradora se encarga de quitar todo el polvo que ha acumulado, mientras los funcionarios se encargan de lo que mejor saben hacer. Unas cañas y unas aceitunas son desgustadas a cuenta de la casa, mientras una vez más cambiamos el mundo entre trago y trago. Partidita de bolos en la Wii. Para ya más descansados dirigirnos a “La Mariana”, otras cañas, con otro miembro más en un grupo cada vez mas amplio. De nuevo aceitunas de tapa, desde luego la originalidad ibicenca no deja de asombrarme. Compras de última hora en el Eroski, para una cena centrada exclusivamente en una completa ensalada. Tampoco mi originalidad conoce límites. Me meto en el sobre con la lectura de “Hijo de Satanas” de Bukowski, sus relatos cortos no me dejan satisfecho,

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