Documentos Inéditos (XII)

07/07/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)

La alarma del reloj suena a las nueve y media con un sónido más cerca de la sorpresa que de la convicción por conseguir lo imposible, levantarme y dejar esas correas que a modo de ataduras me mantienen inmerso en un continuo mar de sueños que no conducen a ningún sitio.
Pues por primera desde hace tiempo el despertador se siente orgulloso de conseguir ese humilde proposito para el que fue creado, hacer que los putos mortales nos levantemos cuando oigamos sus voces, sus señales, sus lamentos. Y ahí entro yo en juego, con los ojos medio abiertos pero incorporado bajo el rol de un espíritu libre que no vuelve su mirada a esa cruel pereza que nos mantiene bajo una posición horizontal que en ocasiones puede ser tan triste. Pero hoy toca nueva excursión, destino Punta Galera, junto a ese recóndito acceso plagado de piedras y arena, así como una multitud de arboles que esconden a modo de sorpresa un tímido bosque sobre el cual desemboca el mar que acaba rompiendo contra aquellas gigantescas piedras. Me gusta la idea de plantarme allí con los bártulos, snorkel, sombrillas, nevera y como no junto a la pandilla … “La Panda Playera”, pues como llamarnos si recorremos la isla, las calas, los chiringuitos o restaurantes, o como hoy Punta Galera. Por eso desayuno rápido, siempre y cuando encuentre los cacharros, la cuchara, la taza y los cereales pues a pesar de haber ganado un sufrido respeto vertical, todavía mi cuerpo es victima de la soñolencia, de las heridas de guerra y de esas terribles consecuencias de estar despierto a primera hora de la mañana.
Lo que mi cuerpo entiende como primera hora de la mañana y que para muchos no sería más que un trampolín hacia la media tarde, o la hora del aperitivo, o del café o del cigarrito pero nunca una excusa para mantenerte alejado de esa crueldad que para mi es despertar.

Tras recoger la mesa suena el teléfono, lo busco con desdén sin demorarme ni el más mínimo segundo, pues sólo a través del ruido podré descubrirlo, ya que la habitación vive salvaje, libre y a sus anchas, bajo un orden basado en el “dejalo ahí que tengo prisa que ya lo arreglarás cuando tengas tiempo” y eso es positivo pues no quiero ningún malentendido dentro de esta forma de gobierno que sólo busca escapar de estas cuatro paredes en el menor tiempo. Sin embargo nunca encuentro ese momento donde dar un golpe de estado y cambiar esa autarquía que impide la entrada de nuevos objetos pues todo está lleno, que fomenta la jungla frente a la armonía cuadriculada, que hace suyo el espacio de la manera menos convencional posible, pues la belleza de ser libre junto al agua del mar o en cualquier arista de esta sorprendente isla me es más agradable que respirar bajo el vacio crepuscular que atraviesa el corazón de esta casa.
La aparente oscuridad que puebla la habitación no se calmará tras el contundente ataque de un cepillo o una fregona. El limpiar, el barrer sólo contrarrestaría el efímero espíritu de la armonía aparente pues el mal es el completo silencio, el hogar que nunca fue tuyo pues jamas llamó la atención de tu corazón, ya que por muchos cuadros, baúles, calentadores, tazas de té o la más completa variedad de ropa nada permanecerá con orgullo en tus recuerdos como lo hará una puesta de sol bajo el más modesto de los paisajes, una buena comida con una compañía de lo más agradable, un baño con algo de submarinismo en una cala o en una sencilla playa… todo ello será lo que te arrastre al irremediable sabor de los gratos recuerdos. Y ahí estamos la “Pandilla Playera” en el coche con dirección a Punta Galera, regalando a nuestros oídos las mas variadas canciones del reconocido y exitoso folclore español; pues ahí están nuestras raíces aunque duela decirlo, aunque “se nos enamore el alma” con sólo oirlo, aunque no encontremos al “marinero de luces con alma de fuego” pues si le vieramos gritaríamos asustados “joder, que coño es eso”. Tras bajar el camino empedrado que nos conduce a Punta Galera encontramos un lugar idóneo entre tanta piedra donde plantar los bártulos y poder bañarnos tranquilamente sin miedo a esos amigos de lo ajeno que entre tanto hipismo, tanto buen rollo y tanto jiji jaja a más de uno han jodido con esa inexplicable manía de encapricharse de todo aquello que ven.
En todos sitios cuecen habas y más dentro de la raza humana donde cada vez es más difícil todo y donde el altruismo no es más que una fría palabra cada vez más alejada del respeto y educación por unos valores casi eternos pues lo de llevarse lo que no es tuyo no es nada nuevo, como no lo es el rechazo social a esta conducta de joder en el bien ajeno. Por eso hay que estar al loro, para escapar de los disgustos a los que conduce el sabor ajeno, ya no es el dinero, ni el ipod, ni el libro, ni la bolsa de playa o la ropa y la toalla, es la continua odisea para recuperar lo que ya tenías, esa tranquilidad basada en lo tuyo, en tus humildes cosas, el d.n.i, las llaves del coche y las de casa o las chanclas para poder llegar también a tu casa y por favor también algo de ropa para solventar el apuro de estar perdido sin nada, pues lo material lo das por olvidado pero el continuo devaneo para regresar a todo aquello que deba sustituir lo perdido es lo que te machaca mentalmente, pues en unos días sólo estaras atado a ese molesto devenir que supone recuperar tu añorado status.

No tardamos mucho en bañarnos pues el agua está cojonuda, como extraordinario es hacer snorkel es estas aguas repletas de peces transparentes, tan escondidos a simple vista pero que poco a poco los vas descubriendo junto a otros tantos que les rodean y que parecen ensimismados por la tranquilidad más absoluta. Sin embargo todo desaparece cuando una pareja les arroja sobre el mar patatas fritas y ese halo de autocontrol se pierde dando paso a una brutal multitud dominada por el hambre, es entonces cuando nada queda del antiguo orden, de las amistades y de cualquier idea que no sea rebañar esos restos de patata que flotan por las tranquilas aguas. La mujer se zambulle junto a ellos, totalmente desnuda no tiene miedo de que entre tanta algarabía alguno de ellos se confunda de plato, o que en busca de postre prefiera probar algo fuera de carta pues a veces con el menú no parece ser suficiente.
Sin embargo no es así y ataviada de sus gafas y su tubo de snorkel se convierte en testigo de excepción de ese rancho en el que nadie conoce a nadie. En cierto modo la admiro pues eso de meterme en el agua como Dios me trajo al mundo todavía me infunde algo de respeto, no se por qué pues es algo tan simple como natural, como tampoco se por que las veces que me he sentido tentado y lo he conseguido una vez que comienzo a nadar como los “perrillos” no hago más que pensar que los jodidos peces me van a comer los cojoncillos. Cosas que me rondan por la cabeza y que a modo de secuencia binaria surgen tras la orden adecuada, tan simple como el antiguo ms-dos, pero que en esta ocasión falta esa respuesta de “comando o archivo erroneo” que sin duda me permitiría seguir nadando, obviando cualquier rayada que volase sobre mi mente.

Tras comenzar a llenarse de más gente las inmediaciones de Punta Galera decidimos escapar de la nutrida multitud, máxime cuando el sol no sólo calienta sino que arde. Aparte ya es hora de comer y el Rincón de Pepe, una taberna situada en San Antonio es un buen lugar donde sentarnos y degustar sus envidiables tapas. Una entretenida conversación, una exquisita comida y sobre todo un lugar donde escapar del sol, pues en ocasiones este puede ser un cabrón, quizás quemado con la puta humanidad no tenga reparos de joder a todo aquel inconsciente que le hace frente. Pues así es el sol, el noble astro amante del calor, trabajador como nadie, repleto de buenas acciones pero que a veces tanto tonto le puede tocar los cojones. Él se levanta con el nuevo amanecer de cada día repleto de esperanza, sin embargo cuando ve a esa raza la humana haciendo de las suyas destrozando todo lo que le rodea, cambia su talante y es entonces cuando se maldice a sí mismo por creer en esos desagradecidos e insignificantes.

La temperatura sube al mismo ritmo que rebosa su paciencia y sus improperios en forma de rayos pegan sobre cualquier parte, pues no hay inocentes que se libren del declive de una sociedad que no cuida de nada ni de nadie. Y entonces llega la media tarde y es cuando el sol se pone, pues no duda en esconderse, abatido engañado, con ganas de olvidar pues no quiere que las continuas frustraciones le afecten; por eso deja paso a la noche, su rival pero también su compañera, su enemiga pero también su amiga, pues a pesar de ser incompatibles su amor o su odio es lo único que les queda.
Pues la noche es todo lo contrario, pesimista por naturaleza ya nada espera, como perro viejo deja pasar la vida tras los fríos retazos de la somnolencia, de su virtud solo quedan exiguas notas prácticamente extinguidas por el continuo taladro del desengaño pues posiblemente todo lo haya visto ya, la crueldad del mal, el exceso más destructivo, el amor más apasionado... Eso es ella, algo inherente y neutral que escapa por una carretera de sólo una dirección con rumbo a ninguna parte.

Así, tras salir del Rincón de Pepe retomamos el rumbo playero que nos caracteriza dirigiendonos en esta ocasión a Cala Gració. Una pequeña cala abarrotada que pierde su belleza tras esa continua guerra por el espacio, con multitud de ejercitos y carros de combate, formados por tumbonas, sombrillas, toallas y todo tipo de utensilios de playa que a modo de estandartes tratan de justificar ante cualquier mortal que eres tú quien posee ese cacho de tierra.
Sin embargo no sólo eso es lo que molesta pues el jodido sol parece hacer horas extras castigando mi ya caliente espalda, ¿una nueva marca de guerra? pienso, mientras me embadurno una vez más con ese protector ya consciente de que estos serán sus últimos suspiros de vida. Cuando las agujas del reloj llegan a las siete de la tarde decidimos levantar el fuerte y seguir esos caminos que nos acercan cada vez más a un partido, el de España frente Alemania, una cita histórica que por qué no hacer nuestra.
Pues la empatía siempre puede estar con unas cervezas, con un grupo de gente unida por multitud de gritos y vítores que animen el ambiente. Por eso tras esa necesaria ducha me acerco a casa de un compañero donde ver el partido junto a otros tantos funcionarios que unidos daremos el aliento necesario a estos jugadores que colmados de dinero en ocasiones nos muestran su corazón en pro de una hazaña deportiva. Y el partido comienza con el gran juego de España, el de toque, el de la Eurocopa, pues no hay que ser un entendido para ver la realidad de cualquier partido, es decir, de darse cuenta cuando un equipo juega bien con el balón redondo. Tras la primera parte el empate a cero sigue presente, momento que aprovecho para acercarme a la cocina y abrir la nevera en busca de una cerveza que nos refesque de esa inconsciente tensión que provoca el ver como tu equipo tiene el balón y controla el partido sin que por ello se mueva el marcador.

A pesar de todo, mis continuas heridas de guerra me hacen fijarme mecanicamente en una cocina que respira humanidad en cada una de sus partes, con el fregadero repleto de platos, el frigorífico desordenado, el suelo lejos de esa continua imposición que se respira en las dichosas zonas comunes de esa casa que no es mi hogar. Y es entonces cuando a mi llega una sana envidia pues tengo la certeza de que en ocasiones no es tan malo acumular mierda. Pues el continuo lavado diario, la extenuante organización en baldas, la armonía de dejar las cosas como las encuentras tampoco demuestra cien por cien educación como así se demuestra, simplemente responde a establecer un imperecedero orden de alejar todo lo que no sea tuyo y pueda parecer mierda.

En fin, que tras aparecer bajo mi cabeza esas ideas tan confusas como irritantes doy un trago a mi cerveza y me siento en ese sofa con pinta de trono, preparado y dispuesto a animar de nuevo a ese equipo el español que aunque parece mentira conjuga perfectamente el buen juego con la consabida garra. Y no será hasta pasado el minuto setenta cuando Puyol marque de cabeza y gritemos todos como si el gol hubiese sido también nuestro. Pues a veces la felicidad se pinta con poco, con un rotulador de un color, con un lápiz que ni siquiera trae borrador, o con ese gol que marcó ese tipo que lo merece todo, que se deja cuerpo y alma por su trabajo y que ya va siendo hora que se le reconozca esa virtud que hace de Puyol un hombre integro y noble. Y el partido acaba y es cuando gritamos, chocamos nuestras manos y brindamos pues España es finalista del mundial de futbol después de tantos y tantos descalabros.
Y regreso a casa para cenar y dormir tras ver lo que nunca hubiera creído pues por fin algo ha cambiado, aunque sólo sea en futbol tras el paso de una generación nueva, quizás mas comprometida, quizás con más calidad, quizás con más suerte… no lo sé, pues se podrían extraer de la pulpa miles de factores, pero lo que quedará en la memoria es ese gran partido que nos permitirá optar a ganar de una vez por todas un campeonato del mundo. Ojalá así sea.

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