04-06-10

04/06/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Mantengo un duelo con el despertador basado en una continua y tensa espera hasta que a las 10:30 suena Onda Cero como remedio a tanta perdida de sueño; ya no me quedan ni excusas ni pretextos, las vueltas sobre la cama de un lado a otro sobran, el sol acabó con su pereza ¿por qué yo no voy a hacerlo? Es inútil cerrar los ojos, la isla ha cambiado, parece destilar vida propia pues con el verano todo cambia, hasta mi estado de ánimo. Un espíritu, un fantasma, no se como llamarlo pero algo te llama a dejar la casa, a pasear por el puerto, a ver el sol desde lejos e incluso hasta gastar dinero. El problema es que no lo tengo, pero ¿por qué llamarlo problema? si los ojos, la memoria o el instante de un momento nunca serán robados con dinero; disfruto con la sencillez de un paseo, sin aparentar nada, sólo el retrato de un antiguo sonambulo que ahora vive asombrado por la metamorfosis de este islote de mierda. Un paseo con el sol como testigo, un sol que pega fuerte pero aún el aire es tu amigo, antes le odiaba ahora le considero un héroe manífico.
Salgo con el coche hacia el HiperCentro de la carretera de San Antonio, la única gran superficie que ha conseguido sobrevivir a la avaricia de ese Eroski que cada vez ofrece menos. Las mismas marcas a más precio en un mínimo esfuerzo a la variedad, comer lo mismo de continuo es su eterno castigo pues nada queda más allá de los denominados productos Eroski. Sólo esas cajeras, que evidentemente no están a la venta.
El HiperCentro cuenta con todo lo necesario para salvar el orgullo de las Grandes Superficies, variedad de productos y estantes, diferentes precios aunque por desgracia todos altos, anchos pasillos para perderte por ambos lados y el impersonal gusto de un cliente principiante. Sin embargo sería necesaria la ayuda de ese esperanzador Mercadona que tanto bien haría a la isla para acabar con la cruel dictadura que imparte con mano de hierro el implacable Eroski.
Seis bolsas para cargar un esperanzador suministro; buena carne procedente de Gijón, un apetitoso fiambre que no tiene nada que ver con ningún muerto como ocurre con ese jamón cocido de Eroski, o ese salchichón y chorizo que continuamente llamán a las puertas del cielo como diría el mismísimo Bob Dylan aunque para mi y para muchos podrían irse al mismísimo infierno, tortitas de maiz para el desayuno y variedad de fruta, mucha fruta con esa vitamina c que comienza a ser todo un lujo en la isla.
Una ensalada con ternera a la plancha es mi comida, rápido y sencillo, pues son las tres de la tarde y dentro de una hora escasa vendrá el casero a arreglar los automáticos de la luz. Hago un café para tomarmelo con hielo, un antídoto necesario para un cuerpo que parece demostrarle al calor una dignidad fuera de toda duda. Sin embargo todavía queda mucho verano y de la parrillada que es esta isla todavía no surge humo aunque el fuego siga vivo; este nos concede una mínima tregua, consciente de su superioridad lentamente va tomando posiciones pues inevitablemente las temperaturas subirán, la humedad se pegará a nosotros como lo haría una traicionera lapa y no haremos más que sudar, sudar y sudar mientras nuestra piel se tuesta bajo un negro que nos trasladará hasta el averno.
A las cuatro y media aparece nuestro querido casero acompañado de unos currantes que tienen como única misión desmontar el cuadro electrico para hacer no se que ostias en los plomos. Mientras los currelas se encargan de su misión este peculiar casero habla con un servidor sobre las playas, el calor, la humedad … mientras recorre todas las habitaciones inspeccionando el antaño territorio virgen. El método de distracción parece ser todo un éxito pues en menos de un minuto todo ha pasado por sus ojos, como un buen espía recoge datos y parece memorizar, no sin antes pedir permiso para entrar en cualquier habitación una vez que ya está dentro claro está. Oh que espía tan eficiente se ha perdió para la Guerra Fría, es el inconveniente de nacer en una isla caracterizada por el calor y la humedad.
Busco en Internet la dirección de una peluquería que me han recomendado, Antonio B se llama el peluquero, lo apunto y decido darme una vuelta a ver si lo encuentro, pues ya son casi las seis y muy poco queda ya de lo que podríamos llamar tarde de playa.
De camino me paso por La Sirena y me compro un bañador, una camiseta y unos calcetines de verano, estamos que lo tiramos. Con la llegada del verano las tiendas se nutren de un portentoso blanco, el único intermediario capaz de controlar a este pletórico sol de junio. Tras la compra, a vueltas conmigo mismo, por calles estrechas ahora simplemente llenas; turistas, ibicencos, extraños y menos extraños, todo tipo de animales de la fauna humana recorremos las angostas latitudes isleñas, unos andando los menos corriendo, los hay en moto e incluso en coche, la población aumenta y con ello mi interés en esta puta isla de mierda. Y por fin llego al puerto y lo que antes parecía muerto renace de sus cenizas, cientos de comercios se nos muestran vivos, enseñandonos sus tripas y su corazón, la intimidad invernal acabó con el sueño, ahora es tiempo de hacer público todos nuestros deseos. Tiendas de ropa, de discos, de artesanía, decenas de terrazas sacan sus sillas y mesas, todos nos obsequian con su género, el masculino el femenino e incluso el neutral … a pesar que en esta isla se perdió la neutralidad hace ya mucho tiempo. Entre tanto busco la famosa peluquería del Antonio B, sin prisas pero tampoco sin pausa, pues no paro de asombrarse con esos continuos contrastes, el antes y después en esa misma calle, un invierno invadido por lluvia y melancolía, con calles plagadas de charcos tan profundos como el tunel de cualquier vida, sin un alma que pasee por esa soledad que rasga el continuo aire frío que se desprende del violento mar que nos rodea y nos hace suyos. Casi todo eso es el invierno, o eso creo. Y en el lado de opuesto de la balanza, junto al otro extremo de la vida surge el verano y unos primeros sintomas de calor que no hacen más que agudizar el cambio en nuestro cuerpo, una metamorfosis isleña a la que asisto con asombro pues no quiero perderme nada, sin ser protagonista no quito ojo a este desconocido territorio por el que me muevo, soy un humilde testigo o eso quiero, por fin alejado de la desolación que me hacía mella, ni rastro de sonambulismo, olvidado bajo esos ojos despiertos, llenos de vida pues como le ocurre a esta isla mi felicidad va en aumento. Pues con el sol llega la vida al igual que con las olas que rompen a deshora, con los bellos pasajes y las bellas mujeres, con el refresco de una terraza sin mirar el dinero, pues todo influye sin necesidad de jodidas partículas, soy yo el que cambia, sin nada ni nadie, hecho a mi mismo en la alegría y en la desgracia; por eso busco aprovechar estos momentos y desterrar cualquiera de los recuerdos de ese hastío que supone el invierno.

Cuando el muro de la noche atraviesa los remordimientos regreso a casa, con la alegría de sentirte privilegiado al vivir en una isla a la que misteriosamente acude la gente, todos de vacaciones y yo aquí trabajando cuando no estoy de vacaciones. Miro el lado positivo pues este mes de junio parece que los tiene.
Cena.- Ensalada de pasta. Una cena ligera pensando en ese verano, con la cabeza puesta en esa tregua firmada con mi tripa y ese cordial dialogo con mis pistoleras. Buen rollo entre todos nosotros, ellos forman parte de mi y lo acepto, pero también entienden esa presunción a silenciar cierto tipo de revestimientos. No hay peleas entre nosotros y eso es bueno. Una relación duradera basada en la amistad y los buenos alimentos.
Me tumbo en la cama, para leer “Escritos de un viejo indecente” de Bukowski, me parece impresionante este libro, sus historias, tan sencillas tristes como vanas, pero todas tienen algo pues sigues y sigues leyendo, cuatro hojas para expresarse en una profundidad no exenta de sentimientos. Y por fin parece que mis ojos se cierran, como el libro que dejo, como el frío invierno que quedó atrás para dar paso a esto, no se como llamarlo, ¿verano ibicenco?, no lo se pero espero disfrutar de todo lo bueno.

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