01-05-10

01/05/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)
Después de un largo peregrinar por fin consigo escribir, son las 8:55 y estoy sentado frente al portatil tecleando. Efectos secundarios de esa plaga llamada trabajo, tras trece días dandolo todo hoy puedo descansar y levantarme tarde. Sin embargo no consigo dormir.
Esa virtud tiene el trabajo, engañarnos a todos jodiendo nuestro metabolismo. Si no ¿como es posible que a las 8 y pico ya estuviera despierto?; y ¿qué hago yo en la cama? pensaba yo. Las secuelas de la guerra, perdón del trabajo, o es lo mismo. Secuelas físicas, sobre todo en mi caso. Pero también psicológicas pues hay personas que piensan que para no hacer nada en la cama mejor estarían trabajando. Estos si están enfermos realmente. Gracias a Dios eso no me ocurre.
Por eso estoy aquí con mi colega Tom Waits tecleando y tecleando, él me acompaña con "Dead and Lovely" mientras me tomo un café caliente a pequeños sorbos, distrayendo mi mirada sobre un cielo oscuro, casi morado, sin rastro de ese deseado sol que tanto quiero. Quizás se haya tomado el día libre. ¿Quien soy yo para reprochárselo si se lo merece?. Sería injusto criticar a aquellos que sólo viven para el trabajo y luego arremeter contra un sufrido sol.
Sin embargo algo me huele mal pues todavía no ha empezado a trabajar y ya está disfrutando de días libres, no digo que no se los merezca, pero después de un invierno jodido y un otoño con lluvias que menos que empezar la primavera con buen pie. Y no ha sido así sinceramente. Pero lo que más me jode es cuando el sol sale, brotando de las nubes, envia sus rayos de esperanza sobre nosotros y yo como gilipollas estoy currando sin disfrutarlo. No creo en las casualidades pero a veces poco le falta. Pues son casi las 11:00 y el sol sigue dormido algo que ni yo en mi día libre he podido hacer tranquilamente. Y de repente la indignación se adueña de mi, que cojones le voy a decir cuatro palabras al jodido sol. Apresuradamente me acerco hasta la terraza, para decir a gritos lo que pienso y de paso denunciar esta injusticia a la que me veo sometido por este caprichoso sol. Cojo aire mientras abro la ventana y me encuentro que no veo nada. Joder que es eso, pienso, un toldo que nos ha puesto el casero, no creo. Que coño es eso, joder si es una sabana de 20 metros que cuelga desde el cuarto piso. Me cago en la ostia pedazo de sabana. No veo nada, por mucho que la mueva sigo sin ver nada; la nada para posteriormente seguir viendo la nada. Joder que rayada. No me hace falta preguntarme de quien es, pues la respuesta es clara, nuestro querido vecino el “sudaquilla del cuarto”; oh que generosidad, primero nos mostró sus calzoncillos llenos de zurraspas, después sus calcetines rancios que sin duda perfumaron nuestra terraza y ahora la sabanas donde fijo se habrá cascao alguna paja. Desinhibido de toda intimidad, amante de la generosidad y la buena vecindad no tiene reparos en mostrar sus trapos sucios y nosotros los del tercero somos los más agraciados pues tenemos la enorme fortuna de ser testigos de primera mano en enterarnos de ellos. Me llama la atención que la sabana de las sabanas, como así la llamaremos, hecha con metros y metros de otras sabanas perdidas entre los recuerdos ibicencos, no gotee agua como la mayoría de la ropa que tiende nuestra celebridad el sudaquilla del cuarto. Una pena porque mientras caen esas continuas gotas de su mojada ropa la estructura del edificio se balancea de forma continuada moviendo los cimientos a ritmo de jazz, encantados estamos todos los vecinos con la inmensidad de esas gotas, quizás destroce el edifico y tomemos rumbo hacia otra inmensidad pero al menos diremos que hemos conocido a una celebridad, el sudaquilla del cuarto piso. Pero eso no es todo, pues cuando las gotas de su ropa se impregnan sobre la nuestra podremos decir con orgullo que todos llevamos al sudaquilla del cuarto. Pantalones oliendo a sus calcetines, camisas oliendo a sus calzoncillos, aquel sudor no reparado por el milagroso detergente se concentra sobre una gota y oh que maravillosa comedia pues cae sobre nuestros calzoncillos, sobre nuestra chaqueta y todo se concentra de forma perfecta. Oled todos de él vecinos de esta nuestra comunidad ibicenca.
De camino al cajero como cualquier primero de mes, ando apresurado como si el dinero formara parte de mi vida, cuando es todo lo contrario, pues yo formo parte de la suya, él me controla, me aprisiona, me obliga a no ser libre, pues es él quien impone las reglas. Hoy día uno me da la libertad, me hace disfrutar de un sueño cada vez más efímero mezclando engaños con mentiras y yo caigo una y otra vez gastando lo poco que tengo viviendo una realidad manipulada por este controlador de masas llamado dinero. Hoy día uno me vigila, cuanto más gasto más se ríe, pues antes seré suyo y por más tiempo me veré sometido a su cruel dictadura.
Encuentro un nuevo comercio y paso más que nada para darme una vuelta, sin embargo algo más que sorprendente ocurre dentro de mi, sublime diría yo, pues por primera vez en la isla comienzo a comparar precios. Por fin sigo el manual del buen consumidor, no todo está perdido, ánimo cada vez queda menos para aprobar esa asignatura de Rodriguez todavía pendiente. Sin embargo, pocas o ninguna oferta encuentro, todo igual de caro, un cruel corporativismo domina la isla, no hay competencia, pues todos parecen unidos en pro de jodernos. Son los brazos ejecutores del vil dinero, cuanto antes agoten nuestras reservas monetarias, antes serán ellos libres. Así encadenados junto a las cajas, estos individuos recogen nuestros artículos en busca de su arma favorita, el puto código de barras, un jodido delator de nuestras miserias, un chivato asqueroso que muestra el precio de cada artículo, de cada prenda, para que la cajera cobre la cantidad que aparece en pantalla. Nosotros sumisos aceptamos el juego, redimimos nuestra culpa con parte de nuestro dinero, dinero ganado a base del mayor de los esfuerzos, de continuos disgustos, de un tiempo perdido que nunca será recuperado. Y así es el dinero, viene como se va, y en esta puta isla hay demasiados agujeros para que escape de nuestros bolsillos.

Me bajo al Eroski para unas compras de ultima hora con la sensación de que mañana se acaba el mundo. Filas y filas de ibicencos comprando y yo sin saber donde tienen su bunker preparado. Veo más y más gente, todos a dispuesto a vaciar los estantes ya vacíos. Que me digan algo, necesito saberlo pues aún no he conocido la felicidad ibicenca. Hoy es fiesta, el día del trabajor, encima pitorreo, pienso. Y mañana domingo todo está cerrado. ¿Esa es la respuesta?, no me lo creo, estos saben algo. Y que más da, me la pela si se acaba el mundo ibicenco, con sus putas discotecas de mierda, el gen catalan que todo lo impregna, esos precios tan altos que podrían ver a este sol que hoy vive sobre las nubes y esa humedad que ya jode más que aprieta. Y pensando, pensando por fin llega mi turno junto a una de mis cajeras. Con el pelo recogido bajo una cinta, sus ojos siguen siendo negros y sus mejillas redondas y graciosas.
- Estoy mal de la voz – me dice mientras me atiende
- La voz no es lo más importante – la contesto tras descubrir que incluso escribiendo puedo ser más ácido que hablando. Las palabras se las lleva el viento cuando son habladas, ahora escritas como no se joda el portátil o el Facebook … ¿acaso miento?
- 27,05 – me dice sonriendo, como así lo hacen sus mejillas, como así lo hacen sus ojos negros.
Y yo busco y busco pero mi cabeza no da para más, lento de reflejos por este aire de destrucción ibicenco, no tengo ganas de pensar, por lo que rápidamente le doy 30 euros.
Pero su cabeza es una calculadora con múltiples soluciones que afronta todo tipo de retos, por ejemplo hacerle las cuentas a un sonámbulo ibicenco, a ratos carabanchelero, pero por desgracia también ibicenco:
- No tendrás cinco céntimos o dos euros con cinco céntimos – me dice tras encontrar una solución racional a tanto despiste y tanto sueño.
- Te lo busco – la digo mientras registro entre mis numerosos bolsillos para encontrar dos monedas de un euro, un arrugado billete de cinco, un ticket, un clínex medio usado, dos céntimos, la tarjeta travel, cinco centimos y 10 euros más. Coño como se nota que es primero de mes, me pregunto.
- Toma los dos euros y cinco céntimos – la digo tras ser participe de un calculo matemático que llenará de orgullo la puta isla de mierda.
- ¿Vas a utilizar el billete de 5 céntimos? – me dice a continuación, tras otro prodigioso calculo matemático con duración de una milésima de segundo. Y del que yo ni me entero. ¿En que coño estoy pensando?. En su sonrisa, su cara, sus mejillas … ¿Pero acaso pienso?, eso también podría ser cierto.
- No – la digo mientras ella me enseña un billete de 10 euros. Y entonces a mi llega el cielo, por fin lo entiendo, veo el sol entre las nubes con una solución a este entuerto. Le doy los 5 euros arrugados, con las dos monedas de un euro y esos 5 centimos, para que se quede con los veinte euros que la dí y me devuelva los 10 euros también mios. Claro, todo eso hace 27’05 el ¡¡¡¡importe exacto!!!. Lo he conseguido, que felicidad, no puedo creerlo.
Sonrío y ella sonríe conmigo, mientras yo la digo, “Ves como la voz no lo es todo” y entonces me despido, tras haber aprendido a sumar justo a tiempo.

De camino a casa, todos los comercios están cerrados, el día del trabajador se celebra, SIN TRABAJAR, con dos cojones. Sin embargo, estoy satisfecho con mi minuto de fama matemática, quizás aún no este preparado para asistir al concurso de “Saber y Ganar” pero al menos he superado los altibajos financieros que producen las compras del Eroski, el stress de un broker y la compañía de una cajera sin voz pero con voto ha sido suficiente. Un gran equipo. El comienzo de una carrera fulminante, el país necesita nuestra ayuda, por eso nos llaman; quieren que arreglemos las cuentas … incrédulos no se dan cuenta que ya no tiene arreglo.

Una buena siesta antes del trabajo, para soñar con qué … ni sueños tengo, la puta isla me los borra en un momento; dos vueltas en la cama y ya suena el puto despertador, que he hecho ¿dormir o vivir un tormento?; me levanto y hago la cena, con una ensalada basta, jamon york y un yogurt nada de florituras pues en el curro todo sabe igual, a mierda.
En un instante me doy cuenta que no recuerdo donde aparqué ayer el coche, lo que me faltaba pues ya ni recuerdos tengo. Victima de casi dos semanas seguidas de curro los días se agolpan, sin diferenciarlos pues todos son iguales, no consigo saber el lugar exacto donde aparqué el puto coche. Salgo a la calle y recorro la manzana sin verle, gritaría “OLO”, “OLO”, pero el cabrón no me contestaría, que le vamos a hacer si es un coche de pocas palabras. Mis andares se convierten en un trote más que cochinero, la segunda fase de la operación de busqueda y captura es un hecho, pero la realidad es dura y los resultados son igual de nefastos. En un alarde de oportunismo mental llamo a un compañero para que me lleve al curro, pues el también trabaja y al parecer también le pasó un caso parecido, es decir también olvidó el lugar exacto donde aparcó su coche. La empatía es uno de los grandes avances en las relaciones humanas, lastima que brille por su ausencia. También hay personas que para empatizar con otras necesitan que les haya pasado sino la misma situación al menos una parecida. Eso es un grave error; todavía me acuerdo de una vez que dejé un cd original de los RED HOT a un elemento que había por el barrio y cuyo nombre no quiero acordarme y el menda me perdió la caja, él no entendía mi disgusto, “no pasa nada si sólo es una caja” decía. Sin embargo al mes me llamó expresamente por teléfono pidiendome disculpas a su manera. Mas o menos me dijo: “Oye tio ahora entiendo porque te cabreaste cuando te perdí la caja del cd de música, mira lo que me ha pasado, voy y dejo a un colega un juego de ordenador original y el tio me ha perdido la caja y no veas que cabreo he pillado. Y claro yo te hice lo mismo”.
Evidentemente es un gran paso reconocer tus errores, lo que ocurre que en este caso tiene menos merito porque si en vez de perder cajas fuera matar a la gente, pues claro nunca conseguiría pedir disculpas ya que como no viniera de la otra vida nunca se daría cuenta de su conducta. Pero bueno así es de compleja es la vida, porque la vida es compleja, al menos eso creo yo.

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