Documentos Inéditos (III)

20/06/10 DIARIO DE UN IBICENCO
(From Ibiza with Love – Tribute Lisbeth Salander)

¿Por qué quiero saber mi realidad, tanto me disgusta el futuro?, ¿por qué no sobrevolar la montaña rusa de los sentimientos?, disfrutar de todo lo bueno, plantar cara a la adversidad, ser digno por momentos.
Quizás tenga algo que hacer, crea en ello o no, quizás vine a la isla por un motivo en concreto. El destino me trajo aquí, no se por qué ni tengo por qué saberlo, pero posiblemente no estoy aquí por simple casualidad, quizás el destino trata de ayudarme a encauzar mi vida, que me comprometa conmigo mismo, que aumente mi autoestima, que haga lo que nunca hice, en una isla de extraños donde nadie se conoce a sí mismo.La noche no tiene porqué ser mi compañera, tampoco el amigable sol de la mañana, incluso tampoco la tarde, sólo la fe en mi mismo, el libre paso de los acontecimientos, la reflexión diaria, las oportunidades no necesariamente perdidas en esta mi nueva vida.

Sin embargo a veces caminas por la calle y todo te parece tan extrañamente familiar pero a la vez tan alejado, con la continua sensación de vivir de prestado en un lugar que no es el tuyo y del que nada te pertenece, donde las ilusiones no son más que engaños propios para vivir la montaña rusa de las emociones.
Quizás esté sucediendo, cansado de encontrarme a mi mismo o por miedo de verme realmente como soy, pequeños inconvenientes de comenzar a vivir bajo un destierro forzado, alejado de todo menos de uno mismo, buscando el no se sabe qué, o quizás sólo viviendo que ya es bastante.
La rutina se hace constante pero el poder afrontar el todo sin una mínima herida no es más que una utopía y quien diga que no es un inconsciente. Los días son iguales pero a la vez distintos, pues siempre hay un punto, una nota que te hace subir de los infiernos a los altares y desde allí bajar a lo más hondo de los sentimientos. Todo afecta pues el vivir sólo me supone algo nuevo, el hacer lo que quiero te muestra los multiples caminos cargados de su amiga las consecuencias.

Sin embargo saber tu realidad de antemano es como descubrir el futuro en la palma de tu mano, ¿para qué vivir entonces?, la agonía no tiene porque ser fruto de una lucha constante. Hoy he sido fruto de esa agonía, de esa lucha tras correr por el paseo que rodea el puerto, nada ha sido como antes, pesado y lento una señal que limitaba la velocidad a 30 Km/h simbolizaba la mayor de las ironías, pero de vez en cuando hay que ser testigo de la cruel realidad reencarnada en una inactividad cada vez más latente. La música no era música sino el ruído más criminal y nocivo que ha pasado por mi organismo, el sudor hacía el papel de ácido no se si sulfurico pero el muy cabrón cada vez se convertía en más y más molesto mientras que mis piernas se arrastraban allí donde llegaban mis lamentos. Los días de playa, el sueño que se alarga, las comidas grasas todo tiene su factura, pues no sólo pasan los años, también los minutos y segundos de cualquier olvidado día.

Pero no todo está descubierto pues si me apuras cada día puedes descubrir algo nuevo, unas veces es insignificante otras incluso tiene un hueco dentro de lo que tú consideras relevante. Como esa imagen de Es Vedrá bajando esa empedrada cuesta que lleva el nombre de Sa Pedrera; no es Atlantis lo que andaba buscando, sin embargo ¿por qué no quedarme con las migajas si lo que está frente a mi es importante?. Y en eso se resume la tarde, salí a Cala D’hort y encontré Sa Pedrera, “Oh esto es Atlantis” pensé. Pero no era Atlantis, sólo un puto bosque sin nadie, sólo cuatro personas viendo una puesta de sol.
- ¿Dónde está Atlantis? – le pregunto al más ibicenco de todos.
- ¿Ves la torre esa que hay ahí arriba?, ahí comienza Atlantis y luego toca bajar.
- Ostia.
- Mejor quedate y ves la puesta desde aquí, ahora allí sólo hay sombra

Y sigo sin saber llegar a Atlantis, pues el sol acabó su labor adentrandose en la oscuridad del mar azul y yo seguí fiel a mi inútil cabezonería, buscando el acceso a la puta torre, andando, corriendo entre piedras y matorrales, saltando de un lado a otro e incluso con coche pero ni puta idea de cómo llegar a Atlantis ni a la torre esa de los cojones. Pero ya llegaré, un objetivo tonto pero que camina bajo el discontinuo aliento de un más que humilde empeño.

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