El hombre del tiempo IV

Lastima que no encuentre todavía atractivo en el bello arte de andar por andar. Pasear sin ningún otro objetivo que no sea el de dejarte llevar. Ni tan siquiera la excusa de darte una vuelta y comprar el pan, ni tan siquiera eso. Pues estaría haciendo trampas en el juego.

Como lo hace la Puta Isla de Mierda, que deja un hueco para que el sol, fiel a su
rol de extremo rápido que recorre las bandas sin encontrar ningún centro, calibre su arma de doble filo, la de unos rayos que calientan en mayor o menor medida las calles para provocar que el interior de las casas, sigan prácticamente heladas. Así nos engaña. Pidiendo que salgamos y demos vueltas a la manzana, o lo que es lo mismo, a la nada.

Y siempre habrá alguno, o incluso alguna, pues ahora que estamos en la nueva era de la igualdad de todo tipo de géneros no vamos a obviar ese detalle tan trascendente para explicar ese consuelo tonto con el que se contentarán algunos. Pues ya el mero hecho de que en la península haya lugares que estén a bajo cero, sirve como excusa para saborear el placer de la calle, las ibicencas, muy pintaditas y “limpitas”. Preparadas para dar la bienvenida no a Mr Marshall, que buena falta hacía. Sino a la propia NADA. .

Por tanto honrados ibicencos, de este nuestro pueblo, llamado también con el sobrenombre de “Puta Isla de Mierda”, salgan a pasear con el sol y el viento fresco. Disfruten con regocijo del bello arte de contar palomas o gaviotas, o de sentarse en un banco y sentir como el mar se confiesa.

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