Anuncios Breves VI

Hice salmón al horno y ni tan siquiera se quemó. Lo que te digo, el propio salmón salió vivo. Bueno, muerto pero vivo de lo que presumiblemente iba a dar forma a una tostada casi ennegrecida por los curiosos impulsos culinarios a los que, de vez en cuando, nos vemos expuestos.
Lo mejor, el suspiro de alivio de la propia cocina, pues por un momento, cuando me vio ahí trajinando cada botón del dichoso trasto, pensó que tenía las horas contadas. Se encomendó al Dios de las cocinas y dijo a modo de testamento: “Que me quede como estaba, sólo pido eso”.
Pero bueno ahí está, vivita y coleando, casi sonriendo. Sobre todo ahora que su hijo predilecto, su horno, respira tras su nuevo rostro. Limpio, tras pasarle la bayeta con la que he quitado la posible grasa acumulada en cada una de sus paredes.

Entonces va la muy puta, me refiero a la cocina, y me da la enhorabuena. Qué fácil es sumarse al carro de la victoria. Sobre todo ahora, cuando todos hemos sobrevivido a lo que en un principio algunos predecían como un absoluto desastre. Pues donde estaban los ánimos necesarios para que este exquisito plato nunca hubiera estado sometido al mayor de los temores. Menuda presión, la de la desconfianza. ¿Y qué pasa si la jodemos? Pues nada. Nos damos la mano y con la inmensa alegría hippie que respira esta isla continuamos tan amigos. Ah, que lo de la alegría es porque la peña va hasta arriba. Bueno, bueno, eso yo no lo sabía.

Total, que bien rico está el salmón al horno, con su cebollita y su guarnición. Sin olvidar la ensalada. No olvidemos eso. Pues todo es importante. Como esencial es no darle ni un pellizco de mi plato a esa puta, la cocina, que bien que la limpio todos los días y aún así, ni un ápice de su confianza tiene en mi inagotable moral creativa.
Pondré algo de música, por lo de no ser rencoroso. El “Black” de Pearl Jam o por qué no el “Back in Black” de AC/DC.

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